Por Zito Fuentes. Alzo mi voz cual cantante de protesta de los albores democráticos de este país ahogado en la narcótica nube financiera para denunciar públicamente la ausencia de todo acto que se precie de mitin político de esos chacinados tan criollos como el mismísimo canto gaucho del Martín Fierro que la practicidad lingüística ha dado en llamar Choripán.
Frase larga, che.
Fui a todos los actos, a cada reunión, a cada caminata y lo único que aparece es un mate, para colmo cordobés y con Chucker, cosa fea si las hay. Y ni hablar de las consecuencias intestinales que produce porque tendría para contar varias corridas al monte a la soledad del matorral para ya saben qué.
La cosa es que la parafernalia (palabra que aprendí hace 10 minutos en Google), las redes sociales que te atrapan y no te dejan salir han hecho que los actos de ahora tengan muchas pantallas LED, mucha tecnocracia y nada para morfar.
Y qué hace un periodista de gira proselitista si no le tiran un chori. Sí, puede ser que en alguna de las reuniones hubiera algún que otro bocadito típico de un vernissage, una tira de salame cortado, pero: Y LOS CHORI!!!!
Cómo le explico a mi mujer, Carencia de Fuentes, que vengo de una actividad política si tengo más olor al perfume que se ponen las doñas para esos shows cuasi teatrales que dan ahora los políticos que a una chorizeada asada en una parrilla puesta en cualquier vereda.
Es como que te digan que te van a servir un “embutido de cerdo especiado, entre panes” y te lo vendan a 300 pesos.
¡Qué vuelvan los choris!
Volví a la caminata. Mi maestro de Yoga, discípulo de Laví Salktar, se ensimismó para decirme en tono afable y voz pausada y ténue:
-Zito, caminá, mono guatón. ¡No va a haber liana que te aguante, guanaco!
Y es cierto. Vez pasada me colgué de un sauce llorón del balneario de Sol y Río, se me cortó la rama y me tuve que colgar de una trifásica. Casi no cuento el cuento. Quedé punk, con los pelos parados.
Le hice caso al Maestro y en el camino zen me choqué con un miembro de la Junta Electoral y me contó todo. Se acabó la paz.
-Hemos impugnado los choripanes, Zito. No puede ser que se los utilice para convocatorias partidarias porque se confunden con clientelismo político, voto comido y quinicientas cosas más; me espetó. (Busquen en el diccionario).
No entendí un comino lo que me dijo, pero sus palabras dejaron en mí una desazón, un dolor, y un hambre que ni les cuento.
Seguiré contribuyendo con la opinión pública a pesar de que no se cumplan con los artículos sagrados del manual del periodista. Convocaré, próximamente, a una asamblea con los colegas donde debatiremos los pasos a seguir.
Eso sí, huelga de hambre no nos pidan.