“Me rompieron el esternón, me rompieron varias costillas, me provocaron quemaduras con encendedores y colillas de cigarrillos en el cuello. Tengo quemaduras en los brazos, en las piernas, en los glúteos”, relató Gladys Evarista Cuervo, una de las víctimas del terrorismo de Estado que sufrió el accionar del exrepresor beneficiado por el 2×1 que dictaminó la Corte Suprema esta semana. La mujer habló con el diario La Nación y contó que fue víctima de “el submarino” en varias oportunidades y de la picana “otras tantas”.
Según indica el diario, entre sus torturadores, la mujer pudo identificar tanto a Muiña como al resto de los que integraban el grupo de tareas conocido entonces como “Swat”. “Los conocía a todos. Tenían medias en la cabeza o pasamontañas, pero les conocía la voz, los cuerpos. Los conocía a todos”, remarcó Gladys.
Gladys trabajaba como enfermera en el hospital Posadas cuando fue secuestrada por un grupo de tareas del que formaba parte Muiña.
El expresor fue condenado como “coautor del delito de privación ilegal de la libertad cometido por funcionario público con abuso de sus funciones o sin las formalidades prescriptas por la ley, agravado por el uso de violencia o amenazas, en concurso ideal con el delito de imposición de tormentos en relación con las condiciones de cautiverio impuestas, en concurso real con el delito de imposición de tormentos por un funcionario público al preso que guarde”.