Jorge “Polaco” Brugnoni nació en Carlos Paz pero se fue a vivir a Buenos Aires cuando era pequeño. Allí, hace más dos décadas se acercó a la banda Callejeros porque le gustaba el estilo de rock barrial que hacía y se integró al equipo de seguridad del grupo. Tras la tragedia volvió a Carlos Paz donde trabajó en distintos boliches y fue Guardavidas.
En este reportaje que dio al ciclo Una de Cal, que se emite por CPTV, Carlos Paz Vivo y Radio Más Rock, habla de lo que vivió la fatídica noche del 30 de diciembre de 2004 en el boliche Cromañón.
Brugnoni relató su experiencia en esa noche fatal, los años posteriores y cómo ha manejado el dolor y las secuelas.
-¿Cómo llegaste a trabajar con Callejeros?
– Elegí la banda porque me gustaba su estilo. Yo ya hacía seguridad para otras bandas, pero Callejeros tenía algo especial. Me gustaba mucho ese tipo de rock, con chicos del barrio. Lolo (Lorenzo Bussi), el jefe de seguridad, me invitó a trabajar con ellos y, bueno, ahí quedó. La relación con la banda era como una familia. Íbamos de viaje, comíamos juntos, hacíamos asados. Todo era muy familiar.
-¿Qué recordás de esa noche antes del desastre?
–Nosotros estábamos en la entrada con las vallas para el cacheo. Había una energía rara, pero no sabíamos lo que iba a pasar. Habíamos tenido algunos problemas con el control de la pirotecnia días antes, y la idea era hacer un caché más exhaustivo. El boliche estaba colapsado, pero todo parecía bajo control. Nadie imaginaba lo que se venía.
-¿Qué pasó exactamente cuando comenzó el incendio?
–Todo empezó con humo. No era fuego, era humo denso y tóxico. El techo de telgopor se estaba incendiando, pero lo peor fue el humo. Fue lo que mató a la gente. Era venenoso, como cianuro. Yo estaba en la entrada, y cuando miré al techo vi cómo se prendía fuego. Ahí empezó el pánico. La gente trató de salir corriendo, pero las puertas no se abrirían. La gente se caía, se aplastaban unos a otros.”
-¿Qué fue lo primero que hiciste cuando te diste cuenta de lo que estaba ocurriendo?
–Lo primero fue correr para sacar las vallas. Sabía que si la gente no salía rápido, iba a haber una masacre. Después volvió a entrar, pero estaba tan oscuro que no se veía nada. El humo te nublaba. Los bomberos tardaron en entrar, no querían arriesgarse. Yo agarraba a la gente de los pelos, de los pantalones, y los sacaba afuera. Ahí fue cuando vi lo peor: cuerpos tirados, gente muerta.”
Las secuelas
Tras el incendio, Brugnoni tuvo que enfrentarse a las secuelas de lo sucedido, tanto en su cuerpo como en su mente. La pérdida de su audición fue una de las consecuencias.
-¿Cómo te afectó lo sucedido?
–Perdí un oído esa misma noche. Fue por un golpe en la cabeza cuando trataba de sacar a una persona del lugar. Pero lo peor vino un año y medio después, cuando perdí el otro oído por lo que se conoce como ‘muerte súbita auditiva’. Fue un golpe terrible, porque no solo perdí la audición, sino que también afectó mi vida diaria.
A nivel emocional me quedó una fobia al calor, al humo, a la oscuridad. Cada vez que apagaba las luces, sentía los gritos, el dolor, el sufrimiento de esa noche. Me costaba dormir, me costaba respirar bien. El trauma no se va, pero con el tiempo uno aprende a sobrellevarlo.
La justicia y el desencanto
-¿Cómo viviste el proceso judicial después de Cromañón?
–Nos llamaron para tomar declaraciones, pero no teníamos responsabilidad penal. Todo lo que pasó fue por fallos del Gobierno de la ciudad, la Policía, los Bomberos y Chabán (dueño del lugar). Pero personalmente, sentí que algo más podría haber hecho. Aunque no fuimos responsables legalmente, yo siempre me quedé con la sensación de que si hubiéramos hecho algo diferente, tal vez habría sido distinto.”
-¿Qué pasó con la banda después de todo lo que sucedió?
–La banda se separó, hubo peleas internas y muchos de los músicos se fueron. Se alejaron de nosotros, los de seguridad, como si fuimos culpables. Nos dejaron de lado. Fue un golpe fuerte, porque habíamos vivido todo juntos, pero nos dieron la espalda.
Mirá el reportaje completo