Inicio Opinión Silenciar la información pública es ir en contra de la democracia

Silenciar la información pública es ir en contra de la democracia

Por Fernando Agüero. Toda la información que se genera en los distintos estratos de la administración pública es, como la misma enunciación lo indica, un valor al que debe acceder toda la sociedad de manera fácil y sin muchas trabas.

Eso es el deber ser; pero en Carlos Paz no sucede desde hace tiempo.

“La información es poder”, se dice repetidamente en los ámbitos políticos. La realidad que vivimos desde la aparición de las comunidades de lectores y consumidores de noticias a partir de la irrupción de las redes sociales en la escena es muy distinta a la de otros tiempos en que quienes estaban de este lado (el de los medios) y en el sector del poder político de turno, detentaban con cierta magnificencia ese manejo de la información al criterio propio. Y si bien no es que ello se haya terminado con el fenómeno de los comentaristas en redes, los posteos de Facebook o de Twitter, entre otras redes; lo que sí cambió es que cualquier ciudadano puede contar lo que le pasa o lo que ve que está sucediendo desde su pequeño teléfono celular.

El fin de semana que pasó, Carlos Paz y la región celebraron una vez más el aluvión de turistas que llegó con toda las expectativas de pasar unos días en nuestras hermosas sierras bañadas por arroyos y ríos. A la par, se sucedieron hechos delictivos que evidenciaron que la ola de robos y asaltos nunca cesó, más allá de que la información que emana desde la Departamental Punilla prácticamente no exista.

Todo esto sucede en la antesala del verano cuando estamos diciéndole a los turistas que vengan, que la van a pasar bien.

La lógica es la siguiente, y también se sigue en algunos ámbitos del Municipio: si no se habla del tema desde los organismos del Estado o las reparticiones públicas, el tema no existe o se reducen las posibilidades de que se expanda como un virus por los portales de noticias y las redes sociales. Y está visto que esa lógica tampoco existe porque la inseguridad que se palpa en la ciudad es tal que, lejos de ser una sensación, lleva a los vecinos a percibirse lejos de aquella añorada tranquilidad por la que muchos vinieron a vivir a estas tierras.

Amparados en los secretos de sumario, hay fiscales y jefes policiales que se guardan información para que los números de las estadísticas de delitos no suban. Y hay funcionarios que pretenden ocultar detrás de fórmulas difíciles de entender para un ciudadano común, cuánto es el verdadero gasto de la política que tiene que afrontar el ciudadano con sus impuestos.

Todo habla de lo mismo y los tiempos que llegan después de las campañas electorales deberían ser buenos para refrescar qué es lo que verdaderamente se prometió desde el atrio virtual de la nueva política.

El vecino común pide poco y la seguridad está entre sus prioridades como la de poder desarrollar su actividad comercial o laboral con algún viso de tranquilidad y de perspectiva de futuro. Pero si te roban el esfuerzo de años de trabajo en un santiamén, es muy difícil volver a creer en las estructuras que dicen ser las que te cuidan.