Por Sol Castro. En un día como hoy, en el que me cansé de repetir que es una fecha para conmemorar la lucha, celebrar lo que hemos conseguido y pensar en cómo conquistar las libertades que nos aún nos faltan, me pregunto: ¿qué es ser mujer?, ¿qué implica serlo?, ¿qué es lo que la sociedad nos impone, lo que espera de nosotras y lo que nosotras mismas esperamos?
Ser mujer en épocas de revolución feminista es un orgullo y hasta una alegría si una quiere sentirlo así. Pero al mismo tiempo es también un desafío y un compromiso que nos lleva a trabajar de la mano de otros para lograr esa sociedad ecuánime y mucho menos violenta que a veces parece una utopía y que sin embargo queremos conseguir. Pero esto nos invita a repensarnos, deconstruirnos y construirnos en nuestras prácticas cotidianas. Ésta no es sólo una tarea que los hombres deben asumir, también es nuestra, para evolucionar y tratar de superar las contradicciones que nos habitan y que no nos dejan avanzar.
No alcanza haber nacido mujer, haber sido determinada biológicamente para serlo. Ser mujer implica desear fervientemente la igualdad de derechos y oportunidades para todas, todos y todes, y actuar en consecuencia. Tiene que ver con ser tolerantes pero no permisivas; decididas, convincentes y dispuestas a expresar nuestras ideas, nunca más sumisas.
Puede que además seamos díscolas, algo insolentes e incorrectas. Porque esto tiene que ver con nuestra condición humana y con la transformación social que estamos protagonizando. Esa bella rebeldía que logró y logra sus grandes conquistas a través de la lucha diaria.
Ser mujer hoy tiene que ver con desterrar la gran mentira social que dice que la mujer debe ser siempre armoniosa, equilibrada y poderosa. Llegar al famoso empoderamiento es la consigna, como si no estuviese en nosotras esa fuerza para cambiar nuestra propia realidad.
Quizás eso es lo que la mayoría aspira a ser, independientemente del sexo o la orientación sexual. Creo que deberíamos sentirnos satisfechos si somos personas en búsqueda del equilibrio, de la justicia, para lograr la igualdad de derechos y acabar de una vez por todas con esa idea de superioridad de un sexo sobre el otro, que además de no ser real es la que ha llevado y aún lleva a cometer atrocidades.
Pero sí creo que lo que no debemos ser, es ser violentas. Ni promover el escrache, la intolerancia, y la división incluso dentro del movimiento feminista. La violencia sistémica, producto de siglos y siglos de patriarcado no se resuelve con más violencia a la inversa.
Ser mujer tiene que ver con ser madre, pero también con no serlo. Hoy por hoy, más que nunca, debemos respetar el derecho a decidir qué hacer con nuestras vidas y nuestros cuerpos, más allá de los mandatos sociales de antaño que aún persisten.
Maternar es también una elección que debe asumir sólo quien lo anhele con el alma y el cuerpo, y no por imposición, incluso más allá de su orientación sexual.
Ser mujer tiene que ver con educar y entender que el verdadero cambio social se da hablándole a los niños, niñas y adolescentes de todo aquello que necesitan saber respecto a su sexualidad, los vínculos entre personas, el compromiso y respeto por la diversidad en sus diferentes aristas. Ser mujer es no callar, no ocultar, es dar la cara para que otros también lo hagan.
Mientras escribo esto me pregunto ¿no nos estaré pidiendo demasiado? Tal vez sí y los interrogantes lejos de disminuir, se multiplican.
Con lo que sí de acuerdo es que la mujer debe dejar de lado las exigencias vacías relacionadas a los estereotipos de belleza, a los del “deber ser”, y al imperativo que se puso de moda hace ya un tiempo: ser la súper mujer, la súper mamá. Ambas significan una experiencia de lo más estresante con unos cuantos “plus” para ser más admiradas y celebradas: trabajar y ganar dinero, ser buenas esposas y compañeras sexuales y además, estar divinas siempre y si nos destacamos en alguna actividad física, mejor.
Ni super womens ni heroínas anónimas. Simplemente mujeres de carne y hueso que luchan por sus ideales, por la equidad de derechos, por poder hacer con nuestros cuerpos lo que nos plazca, por cobrar lo mismo que un hombre a cambio de la misma tarea. Por ser libres en todo sentido y en donde sea.
Ser mujeres que buscan la paz social, la unión y que abren sus mentes y corazones para abrazar la diversidad, aceptar y aprender del disenso y propender a un mundo más justo, inclusivo y amoroso.