La ERC es un importante problema de salud pública asociado a una mortalidad prematura (especialmente de origen vascular) con implicaciones significativas tanto sociales como económicas. Todo ello hace aconsejable no sólo su diagnóstico y detección precoz, por pruebas habituales de laboratorio, sino también aumentar el grado de conocimiento por parte de los profesionales sanitarios.
Su prevalencia (cantidad de personas afectadas por la enfermedad en un momento
determinado) aumenta progresivamente con el envejecimiento y por los factores de riesgo que la provocan como son la enfermedad cardiovascular, la diabetes, la hipertensión arterial o la obesidad.
Según datos del Registro Argentino de Diálisis Crónica, desde 2014 aumenta la cantidad de ciudadanos que requieren diálisis. En la actualidad, hay 30.000 pacientes y unos 7200 que se suman anualmente.
En Argentina, además, se han trasplantado unos 11.000 pacientes.
Otros datos interesantes: el 10 por ciento de la población mundial está afectada por la enfermedad renal crónica y más de dos millones de personas reciben tratamiento
dialítico o necesitan un trasplante de riñón.
Como la mayor parte de sus causas son también factores de riesgo cardiovasculares,
corregirlos tiene un doble efecto positivo: previene la pérdida de la función renal y evita las complicaciones cardiovasculares.
Es necesario tener en cuenta que se trata de una enfermedad generalmente de fácil
reconocimiento y que existen algunos tratamientos que pueden prevenir su desarrollo y ralentizar su progresión a estadios terminales, así como detectar y reducir las complicaciones sistémicas secundarias (anemia, alteraciones óseas, enfermedad cardiovascular, fallo renal agudo, infecciones, deterioro físico y cognitivo, etc.).
Ser diagnosticado con enfermedad renal puede ser un gran desafío, tanto para el paciente como para sus afectos. El diagnóstico y manejo, particularmente en las etapas avanzadas, impacta severamente en sus vidas al reducir su capacidad y la de sus familiares y amigos para participar en actividades cotidianas como trabajar, viajar y socializar, además de otros efectos secundarios.
En esa dirección, es importante cumplir las denominadas reglas de oro para mantener sanos nuestros riñones: controlar regularmente los niveles de glucosa en sangre y la función renal, monitorear la presión arterial, estar en forma y activo, comer saludablemente y mantener el peso bajo control, mantener una ingesta de líquidos saludables y no fumar ni automedicarse.
El doctor Sergio Boni es Director médico de Aterym Carlos Paz, Nefrología y hemodiálisis.