“Las noticias no son buenas”, informó Wylie a partir de un correo electrónico replicado por la prensa internacional, “Salman probablemente perderá un ojo; los nervios de su brazo fueron cortados; y su hígado fue apuñalado y dañado”.
El agresor de Rushdie fue identificado como Hadi Matar, un joven de 24 años que fue reducido por los asistentes a la charla antes de que llegara la policía y que aún no fue acusado formalmente. El detenido había ingresado con un ticket, como el resto de la audiencia, explicó a la prensa la Policía de Nueva York.
Las autoridades policiales agregaron que, como pruebas posibles, cuentan con “una mochila” y “dispositivos móviles” y que están “trabajando para determinar los cargos” contra el agresor.
Durante el ataque, el moderador del encuentro y cofundador de una organización que ofrece residencias a escritores que enfrentan persecución, Henry Reese, sufrió una herida leve en la cabeza. Él y Rushdie iban a disertar sobre Estados Unidos como refugio para escritores y artistas en el exilio.
El escritor recibió los primeros auxilios de parte de un médico que había asistido al evento de la Institución Chautauqua, Martin Haskell, quien describió las heridas como “graves pero recuperables” y luego fue traladado en helicóptero al Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh, en Pensilvania.
Desde 1989 pesa sobre Rushdie una condena de muerte, a partir de una fatwa dictada por el ayatolá Ruhollah Jomeini, de Irán, al considerar ofensivo para el islam su libro “Los versos satánicos”.
El escritor nacido en India en 1947 y nacionalizado británicoestadonidense, eterno candidato al Nobel, declarado Sir por la Reina Isabel de Inglaterra, publicó más de 10 novelas, una autobiografía, varios ensayos, cuentos y relatos para chicos.
La fama internacional le llegó con la novela “Hijos de la medianoche”, publicada en 1980, libro con el que ganó el Premio Booker, el más prestigioso del Reino Unido. Aquel texto también provocó polémica: en la India cuestionaron los supuestos comentarios despectivos hacia la entonces primera ministra del país, Indira Ghandi.
A fines de la década de 1990, luego de que en 1998 Irán declarara que no apoyaría su asesinato, Rushdie dejó de esconderse aunque continuó su vida bajo fuertes medidas de seguridad, dado que un grupo radical ofreció una recompensa de tres millones de dólares por su cabeza, amenaza que él mismo minimizó.
Logró escapar a los inminentes intentos de asesinato durante los años 90, pero muchos de sus colaboradores se convirtieron en víctimas porque la fatwa de Jomeini no suponía sólo la condena de Rushdie, sino también la de todos los editores que publicaran su obra, entre ellos Hitoshi Igarashi, el traductor japonés de “Los versos satánicos”, quien murió tras ser apuñalado.
Cuando el régimen iraní dio de baja el editor religioso, en 1998, el escritor mantuvo un bajo perfil, sólo apareció en algunos actos con grandes medidas de seguridad, pero desde hace unos años relajó esa rutina, ya instalado en Nueva York, y anuncia sus apariciones públicas en su página web.
El cuestionamiento iraní a “Los versos satánicos” empieza con su título y se extiende sobre algunos guiños literarios como el nombre del protagonista, “Gibreel Farishta”, que en urdú significa Ángel Gabriel, el que en la tradición islámica sirvió de intermediario entre Alá y Mahoma en los dictados que más tarde compondrían el Corán, el libro sagrado musulmán.
La novela también tiene ciertas marcas que los religiosos condenaron como el uso del nombre Ayesha (o Aisha, la esposa más joven de Mahoma) para referirse a una prostituta, considerar “bastardo” a Abraham o la decisión literaria de incluir la historia de Salman Farsi, el compañero de Mahoma que aparece ridiculizado en la novela de Rushdie.
Por el estilo de su narrativa, los críticos han comparado a Rushdie con el realismo mágico de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes y él mismo ha reconocido en numerosas ocasiones sus importantes vínculos con la literatura latinoamericana.
Su último libro, titulado “Quijote”, de 2020, es una relectura de la obra de Cervantes que el autor adapta a la situación que vivía en ese momento Estados Unidos bajo el gobierno de Donald Trump.