Tras el rechazo del Senado a su pliego para integrar el máximo tribunal, Gabriel García-Mansilla renunció al cargo al que llegó después de un decreto del presidente Javier Milei.

Fue juez de la Corte durante 40 días pero se quedó sin plafón político y su permanencia hubiera significado una postura contraria a la que él mismo se mostro en contra en otras oportunidades.

El ahora exmagistrado renunció a través de una carta en la que señaló que aceptó el cargo en “la convicción de que la falta de integración de la Corte Suprema era un grave problema institucional que requería una solución urgente”.

“A esa anomalía institucional se le había sumado una nueva vacante, que agravó aún más la situación y que, incuestionablemente, requería también ser cubierta sin dilaciones”, expresó.

“Falsa creencia”

Además, el ahora exintegrante del tribunal advirtió sobre la “falsa creencia de que la Corte Suprema puede funcionar con solo tres jueces”, lo cual calificó como un “espejismo institucional que puede causar un daño incluso mayor que el que ya ha causado la demora en integrar el Tribunal”.

“El funcionamiento con conjueces dista de ser el ideal. Se resuelven casos, sí, pero no en la cantidad y el ritmo que exige la Corte”, señaló. Y advirtió que la lentitud “afecta en concreto la actividad del Tribunal y, fundamentalmente, la vida de nuestros conciudadanos, que ven demorada la resolución de las disputas que someten a su decisión”.