El Dique San Roque, que hoy se encuentra en su nivel ideal y apenas 4 centímetros por encima del vertedero, ofrece una postal esperanzadora para la temporada de verano 2025. Después de un año marcado por la sequía y los pronósticos desalentadores, el embalse luce lleno, garantizando la provisión de agua y un atractivo paisaje para los visitantes.

Sin embargo, detrás de esta buena noticia, emerge una realidad preocupante que afecta al histórico espejo de agua. La contaminación que sufre el lago, agravada con el paso del tiempo, se hace más evidente tras las recientes crecientes que, además de alimentar su caudal, arrastraron enormes cantidades de basura hacia la superficie y las costas.

Foto: Luis Tórtolo

Algas y contaminación: un problema persistente

El agua del lago, alguna vez cristalina, hoy está teñida por un preocupante tono verde debido a la proliferación de cianobacterias. En algunas bahías, estas floraciones generan un espeso manto de algas de tonos verdes y azulados, acompañadas de un olor nauseabundo que no solo afecta la experiencia visual, sino también la calidad de vida de quienes viven o trabajan en las cercanías.

Además, las lluvias y el aumento del nivel del lago trajeron consigo una desagradable cantidad de residuos que flotan en la superficie o se acumulan en las orillas, destacando la falta de cuidado y la falta de políticas ambientales contundentes.

Foto: Luis Tórtolo

Un llamado urgente a la acción

La situación del San Roque es un claro recordatorio de la necesidad imperiosa de implementar medidas radicales y sostenibles para enfrentar la crisis ambiental que lo afecta. Este emblemático embalse, vital para la región, no solo requiere esfuerzos para mantener su nivel de agua, sino también para garantizar su limpieza y conservación.

Las imágenes reflejan la grave situación y son un llamado a tomar conciencia y a actuar antes de que el daño sea irreversible.

Foto: Luis Tórtolo