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Niñas, niños y jóvenes con discapacidades en pandemia, desde la mirada de especialistas

Imagen a modo ilustrativo.

Las escuelas en Córdoba cerraron hace 6 meses a raíz de la pandemia por coronavirus, y niños, niñas y jóvenes no solo extrañan ir a clases, sino fundamentalmente compartir momentos con sus pares, sus profesores, amigos. Todo el proceso de socialización cara a cara, día a día, esencial en su crecimiento y en su formación como miembros de una sociedad compleja, quedó interrumpido como lo veníamos experimentando. El virus y sus amenazas, por múltiples factores, no lo permiten.

En el caso de los chicos, chicas y adolescentes con diferentes discapacidades (intelectual psíquica, sensorial, etc), que acuden a las llamadas escuelas especiales, la situación es quizás más compleja, dado que ellos requieren del contacto con el otro y su seguimiento permanente, para mejorar su calidad de vida.

Consultada por el tema, Paola Ochonga, Lic. en Educación Especial y Profesora de Educación de Sordos, expresó en diálogo con Carlos Paz Vivo!: “ Al no poder ir a la escuela como siempre, los chicos con diferentes discapacidades, en relación al resto, pueden padecer más afectación frente a la pandemia. No solo a nivel social, -que es lo que a ellos los enriquece, porque como a todos relacionarnos con el otro, hace que desarrollemos un mejor intelecto y potencial académico-, sino también a nivel emocional”.

Y continuó: “Además no todas las familias cuentan hoy con un servicio de salud, una obra social, -que más allá de lo que pueda hacer el docente de la escuela especial, acompañando en su seguimiento-; los ayuden en aspectos psicológicos, para que los chicos y jóvenes puedan hacer distintas terapias que mejoren su salud, según la patología que tengan. Desde ese lugar, se están experimentando grandes carencias.”.

Para hacer hincapié en el aspecto negativo del distanciamiento, Ochonga manifestó: “Tanto para quienes tienen Síndrome de Down, o Asperger, por ejemplo –y si bien pensamos que para estos últimos es mejor estar aislados para sentirse mejor, con su condición-, esto no es lo favorable porque luchamos justamente, siempre, para que se conecten con otros y mejoren su calidad de vida”.

Por su parte, Florencia Bernardis, Lic. en Psicopedagogía y quien trabaja con personas con discapacidad, también brindó su punto de vista: “En principios me surge pensar en la importancia de reparar en la heterogeneidad que hay dentro de cada discapacidad, o mejor dicho pensar que en la diversidad de personas que atravesamos esta cuarentena. Hay distintas condiciones y cada una de ellas tiene su particularidad, algunas tienen que ver con la discapacidad”, aclaró la especialista.

Después explicó: “Lo que quiero decir es que para poder responder a cómo la están pasando las personas con discapacidad es prioridad aclarar que el abanico de situaciones es amplio y más aún, si retomamos y reafirmamos que el concepto de discapacidad está definido hoy desde un paradigma social. Mirar la discapacidad hoy, es pensarla siempre en contexto y no como una condición aislada. Habiendo explicitado esto, ya podemos ir vislumbrando que el contexto actual inevitablemente influye y mucho”.

Afectaciones claves

“Los niños y jóvenes que se encontraban transitando espacios de apoyo y rehabilitación se han visto imposibilitados de asistir de manera presencial y esa discontinuidad cuando no está determinada por el equipo profesional, tiene muchas posibilidades de ser perjudicial”, aseguró Bernardis.

A la psicopedagoga le preocupa más la interrupción de los espacios que facilitan y posibilitan el encuentro con el otro (fundamentalmente cuando nos referimos a “pares” ) que la interrupción del espacio terapéutico en sí.

Al respecto, señaló. “Es una realidad que como sociedad estamos lejos de hablar de “convivencia” con la diferencia, y me arriesgo a decir que incluso estamos lejos de poder hablar de inclusión. Entonces, si nos imaginamos que es la pandemia la que está afectando la socialización de los chicos con discapacidad, yo no estaría de acuerdo”.

Luego opinó “que lo más sincero sería decir que el distanciamiento social a causa de la pandemia está haciendo aún más difícil la construcción de ese lazo. Poco a poco las actividades terapéuticas van reanudando sus actividades y protocolos mediante se van retomando y remontando los procesos iniciados y los objetivos planificados para cada caso en particular. Sin embargo, para hacer más complejo el panorama, el transporte con su funcionamiento actual ponen a las personas con discapacidad en una situación más vulnerable aún, entre otros aspectos”.

El rol de la escuela especial

Según Paola Ochonga, desde la escuela especial, y cada docente, a partir del primer día que se decretó el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio por la pandemia, los docentes, realizaron y siguen haciendo un seguimiento muy cercano de cada alumno, a pesar de que para ellos fue difícil en principios comprender que tuvieran que tener contacto a través de una pantalla, con sus maestros yo terapeutas.

“Fue muy difícil crear ese tipo de hábitos- para quienes tenían acceso a las herramientas- y que muchos papás pudieran comprender que había que aprender a recibir estímulos de ese modo, por ahora, para poder avanzar”, comentó la profesora.

Sobre todo destacó: “No todas las familias tienen Internet o buena conexión, esa carencia de recursos tecnológicos influye negativamente en el aprendizaje. Sí podemos decir que el Estado estuvo presente, al menos en los casos que conozco, aportando los módulos de Paicor y kits de higiene para cada familia. Es lo rescatable, una vez al mes, reciben ese bolsón por estudiante”.

Asimismo, reflexionó sobre la necesidad de que el Estado pueda resolver esta brecha tecnológica que exacerba las diferencias y quita aún más posibilidades de estas y otras familias en medio de la pandemia.

En relación al papel del docente en este caso, comentó: “Cuando las familias no pueden acercarse a recibir su bolsón, nosotros los docentes nos organizamos y se los alcanzamos, con todas las medidas del caso”.

Para Ochonga, lo primordial es lograr que los chicos se mantengan activos y contenidos. “Es un riesgo que vivimos estos días, por la gran necesidad afectiva que ellos tienen de estar cuerpo a cuerpo, vivenciar las experiencias físicas con el otro, el abrazo, la potencia afectiva que en realidad todos necesitamos”.

Empatizar con los padres

Las familias deben reorganizarse y el rol de los docentes es contagiar a los padres y adultos donde los niños con diferentes discapacidades se encuentran insertos hoy, de nuevas ideas y recursos para sobrellevar este momento.

“Hay que estimular y contener a los padres, proyectar en ellos todo lo que es necesario hacer desde las casas, con los recursos que les podamos acercar, para incetivarlos a ellos y que de esa manera puedan ayudar a sus hijos e hijas. La mejor manera en estos tiempos, es empatizar”, aseveró Paola Ochonga.

El rol de la familia y Estado 

Por último, Bernardis invitó a pensar en el contexto y su importancia, ya que aplica a todos los niños y jóvenes que se encuentran aprendiendo.

“Las familias que tienen la posibilidad de acompañar a sus hijos ‘pese a todo’ con tiempo, rutinas de estudio, espacios de juego, momentos amorosos y de contención, son las que pueden hacer que este momento siga siendo posibilitador de aprendizajes”, sostuvo.

Pero, por el contrario, aquellas que no están pudiendo acompañar ahora, y probablemente tampoco lo estaban pudiendo hacer antes, son las que hacen esta situación alarmante.

“Son esos chicos que están en situaciones cada vez más vulnerables al quedarse sin su escuela, su centro de día o su taller protegido”, concluyó. Por lo tanto es el grupo más desprotegido y vulnerable, donde el Estado debería estar atento para poder asistir de manera adecuada, protegiendo y cuidando que no se vulneren sus derechos fundamentales.