El primer complejo de viviendas para mujeres trans a nivel mundial fue inaugurado esta semana en la ciudad de Neuquén por iniciativa de una monja.
Se construyó en un terreno cedido a su monasterio por el municipio y con fondos aportados por el Gobierno provincial. Una experiencia que mereció palabras de felicitación hasta del papa Francisco.
Este “Condominio Social Tutelado para mujeres trans” cuenta con 12 monoambientes que representan una solución habitacional permanente para una docena de personas trans de entre 40 y 70 años en situación de vulnerabilidad, que las recibieron en formato de comodato y serán transferidas a otras compañeras en caso de fallecimiento.
Las casas fueron construidas por el Instituto Provincial de Vivienda y Urbanismo (IPVU) en el barrio Confluencia y entregadas para su administración a la Orden de Carmelitas Descalzas, a partir de la idea original de Mónica Astorga Cremona (53), la denominada “monja de las trans”.
“Esto tiene que servir de puntapié inicial, porque si una monja pudo hacer realidad su sueño, ¡cuánto más puede hacer el gobierno!”, dijo a Télam esta madre superiora del convento de Neuquén.
La perseverancia tuvo sus frutos
“Claro que cuesta: a mí me llevó tres años y creo que salió de tan pesada que soy”, cuenta entre risas, por teléfono.
Por eso, lo vivido el pasado lunes fue tan glorioso para ella: ese día, junto al gobernador Omar Gutiérrez y el intendente Mariano Gaido (MPN), pudo cortar finalmente las cintas de inauguración del complejo “Costa Limay Sustentable”.
“¡Felicitaciones por su nuevo hogar!”, decía el texto de bienvenida que los esperaba colgado de los balcones del primer piso, con la firma de la Cooperativa de trabajo Los Amigos que construyó la obra.
Como parte del acto, la religiosa acompañó a cada una a abrir por primera vez la puerta de su nueva casa.
“No podían ni agarrar la llave por el llanto, no podían creer lo que estaba pasando y recuerdo que una me dijo ‘el baño es más grande que el cuarto donde vivía'”, contó.
Se trata de un edificio de dos plantas con seis departamentos de 40 metros cuadrados en cada nivel, un salón de usos múltiples y un parque de 120 metros cuadrados para ser destinado a huerta, recreación y estacionamiento; con una inversión de 27,6 millones de pesos.
Las viviendas están equipadas con cocina y baño completo, calefacción y termotanque; además de un balcón individual o un pequeño patio interno.
Astorga aclara que “no es un refugio ni un hogar trans”, sino casas que se otorgan en comodato, “como si fuera un alquiler, pero sin pagar nada y sin plazos”.
“Si cumplen con el reglamento propio de cualquier alquiler, se quedan de por vida, pero a la que no los respete, se le da un aviso y al tercero se la saca”, explicó.
Y si bien cuatro de las beneficiarias se mudaron con sus parejas, en caso de muerte sus convivientes “se tienen que ir porque la idea es que siempre esté ocupado por una trans”.
Al no tener que pagar y recibiendo un bolsón alimentario y una pensión no contributiva, algunas de ellas pueden subsistir sin trabajar durante esta cuarentena, mientras que otras ya están haciendo viandas y dulces o conservas, mientras esperan retomar sus trabajos en diferentes oficios, como la peluquería o el cuidado de adultos mayores.
La “Monja de las Trans”
“La monja de las trans” es el apelativo que se fue ganando, a lo largo de más de 14 años trabajando por la inclusión de este colectivo, la monja carmelita neuquina Mónica Astorga Cremona.
“Desde la primera vez que hablé con una de ellas, que me pidió una cama limpia para morir, pensé en buscarles un lugar donde vivir con dignidad hasta el día que se mueran”, dijo a Télam Astorga (53 años), madre superiora del Convento de Carmelitas Descalzas de Neuquén.
Mónica se empezó a relacionar con mujeres trans a partir de su vocación de hacer algo “por los más desechados”, a pesar de que “la misión de la congregación es la oración”.
“Lo mío parece contradictorio porque las carmelitas no podemos hacer trabajo pastoral, pero yo todo lo hago desde el convento y no pierdo horas de oración y de trabajo fraterno”, contó.
La religiosa empezó a trabajar con jóvenes con adicciones y personas condenadas a prisión perpetua, hasta que a una parroquia cercana llegó una chica trans queriendo aportar su diezmo a partir los ingresos del “único trabajo que podemos hacer”, el de la prostitución. Era 2006.
“Me llamaron a mí a hablar con ella y yo le dije ‘contame que no sé nada y no te quiero lastimar’. Hablamos dos horas, le pedí que fuera a buscar a sus compañeras y vinieron cuatro”, contó.
Al preguntarles sobre sus sueños, la respuesta de una de ellas, Katy Villagra (57), la marcó para siempre.
“Me dijo que su sueño era tener una cama limpia para morir porque esa noche, cuando saliera a la ruta, no sabía si volvía o si terminaba en la cama de un hospital, donde ‘ni las sábanas cambian'”, relató.
Mónica empezó a acompañarlas en diferentes procesos, ya sea el tratamiento de algunas adicciones o la realización de talleres en algún oficio para las que querían dejar la prostitución.
“En el caso de Katy, hace siete años que dejó el alcohol, tiene un taller de costura y se reencontró con su familia 30 años después”, contó.
El proyecto de construir casas para las mujeres empezó a tomar forma en 2017, a partir de la donación realizada por el municipio de Neuquén de un terreno con el único requisito de que fuera “de uso exclusivo para las trans”. Luego empezó a crecer y conseguir adhesiones, hasta que finalmente se hizo realidad.
Fuente: Télam/La Voz del Interior.