La presidenta del jurado del Festival de Venecia, la argentina Lucrecia Martel, entregó el León de Oro honorífico al director de cine Pedro Almodóvar.
Con gran emoción y un discurso digno del gran cineasta español, Lucrecia Martel (La niña santa, Zama) celebró la forma de hacer cine del autor de películas inolvidables como Átame, Hable con ella, Todo sobre mi madre, Volver, Dolor y gloria, entre otras; y sobre todo, destacó su mirada lúcida, amorosa y reconciliadora con lo grotesco, la diversidad, el melodrama, lo propio de cada uno y hasta la propia familia.
El festival de Venecia dedicó esta distinción a Almodóvar, de 69 años, al considerarlo el director español más importante desde Luis Buñuel y también al sentirlo como un hijo pródigo, ya que fue en Venecia donde tuvo su debut internacional en 1983 con Entre tinieblas.
El reconocimiento que recibió, fue un acto de “justicia poética” según el propio director.
La cineasta salteña, evitando llorar de la emoción a cada momento, puso el foco de su discurso en la gran influencia y efectos del cine de Álmodóvar. Primero en su propio país, y luego habló de lo que significa su obra a nivel mundial.
Un cine que aviva, nutre y reconcilia
“Almodóvar fue causa y consecuencia de La Movida, la contracultura que desempolvó a España del largo letargo del franquismo”, aseguró. “Combatieron con las mejores armas: películas, revistas, libros, música, fiestas. Digo esto con nostalgia de aquellos años ’80 en que el deseo estaba mucho menos organizado”, manifestó.
Hacia el final, habló del sello distintivo del cineasta español: “Mucho antes de que las mujeres, los homosexuales, las trans, nos hartáramos en masa del miserable lugar que teníamos en la historia, Pedro ya nos había hecho heroínas. Ya había reivindicado el derecho a inventarnos a nosotras mismas”.
Y remató: “Pedro, ahora que la ultra derecha se levanta en el mundo como si nada hubiera pasado, ahora más que nunca lo necesitamos. Porque seguimos mojando nuestras bikinis en un mar de muertos”.