Desde la madrugada, en que se me ocurrió chequear las noticias al regreso de la peña de La Cripta, mantengo los ojos abiertos y las entrañas revueltas por el dolor. Avalancha: muertos, heridos, hospitales colapsados y demás, en Olavarría.
Los que vivimos el inicio de los Redonditos de Ricota y La Poli que los repartía entre unos pocos, sabemos de la mística y la vibración del rock. El mundo giraba al revés para mejor. Para sumarnos a la maravillosa transformación que venía desde la Cueva en Buenos Aires, con los primeros delirantes de esta música pecadora.
Pensé que mi hija había viajado a Olavarría y en su independencia absoluta, no había reportadoante su madre, el viaje. Estaba segura que mi hijo no había viajado, pese a ser un sueño necesario.
Para no parecer invasiva mandé un guasap a las cuatro de la mañana a mi niña adulta. Cuando ví las dos tildes, respiré y la bocanada de vida llegó tempranísimo, cuando me dice: “ Buen día mamucha. Estoy en cama disfrutando de la fiaca del domingo. No fui a ver al Indio”. Y el despuntar dominguero sanantoniense, fue el mejor de siempre.
Autoricé a mis hijos viajar a Bs As a ver al Indio, cuando tenían 15 y 16, creo. Fue una de las más angustiosas esperas de mi vida. Miraba por la tele los quilombos, la caballería, las corridas, desmayados y por otra parte, los testimonios de los chicos que estaban allí, emocionados hasta las tripas.
Esa tarde noche, planchaba con Crónica en la tele. No tenían celulares. Debían llamarme desde un teléfono público. Lloraba y lloraba como una madre irresponsable que había permitido a sus hijos ir al matadero.
La primera llamada fue desde Retiro: “Estamos volviendo. Fue genial”. Y yo había planchado hasta las medias del vecino, insomne, igual que anoche.
Cada vez que a relato en familia esta angustia de permitir la libertad y el terror a lo que les pueda pasar a mis hijos me repiten : Madre, fue lo mejor que pudiste hacer. El Indio es nuestro y único.
Allí, la culpabilidad desaparece.
Sé lo que para mis hijos representa el Indio, al igual que para mí y miles y miles. Y lo de anoche y esta madrugada de 200, 300 mil almas unidas en un espacio que posiblemente sea el último, hizo que comprendiera la magnitud de uniones a través de décadas, con la conmoción ricotera.
Sigo pegada en Twitter a #Indio en Olavarría y he decidido hacer silencio. Tanta información confusa, tanta opinión desguasada por el face, de personas que no tienen idea de ésta mística, me ha enojado.
La biblia y el calefón. Todos opinan, aunque no sepan un carajo. Y vendrán las acusaciones, responsabilidades y será el puto rock culpable de los faseros, drogadictos, chorros, violadores, asesinos , pero no políticos ( muchos, son todo eso, pero con testaferros y a escondidas).
Estoy liberada. Mis hijos pudieron ver al Indio, y seguirlo y ser parte de la misa, porque una madre delirante se los permitió en un arrebato de libertad.
Los Redondos y el triángulo de la música, la libertad y mística, me ha liberado, aunque lloro en silencio por los muertos, heridos y desnucados por la merca y el alcohol, en esta madrugada.