“Leaving Neverland”: ese documental al que no podemos dar la espalda

El documental de HBO “Leaving Neverland“, dirigido y producido por el cineasta británico Dan Reed, no sólo provocó indignación en distintas partes del mundo, sino que llamó a la reflexión en torno a si es posible separar al artista, a la persona de su obra de arte, para no defenestrar también junto a la imagen de Michael Jackson todas sus canciones y las maravillosas coreografías con las que el otrora “Rey del pop” llegó a conquistar el mundo.

¿Qué pasará con su legado?, ¿qué es lo que ya sucedió o sucederá tras las graves denuncias de pedofilia, y los contundentes testimonios del bailarín y coreógrafo Wade Robson, y de James Safechuck, quienes declaran haber sido abusados sexualmente por Michael Jackson cuando eran niños?

Una de las primeras reacciones al documental que tuvo gran repercusión, fue la decisión del productor de la serie animada Los Simpson, James L. Brook,  de eliminar el capítulo en el que participó Jackson del famoso producto audiovisual. Además, en gran cantidad de emisoras de radio y televisión se dejaron de reproducir sus temas musicales y videoclips.

Pero en realidad, esta figura que contó con miles de fanáticos de todas las nacionalidades, ese que hizo como nadie el paso de baile moonwalk (caminata lunar), siempre fue cuestionada. En principios por su notable desprecio a la raza negra, a su propia naturaleza, lo que lo llevó a hacer un peligroso tratamiento para aclarar su piel y a someterse a múltiples cirugías hasta alterar por completo su fisonomía.  Y luego, por las primeras denuncias de abuso sexual infantil que llegaron en momentos donde su popularidad aún se mantenía en la cúspide.

El magnetismo de su imagen y la fuerza abrumadora de su talento, subyugaban hasta a las propias víctimas, que aún sabiendo que no debían defenderlo tras acusaciones de abuso sexual infantil, -a juzgar por lo que cuenta el documental en primera persona – lo hicieron hasta las últimas consecuencias.

Sólo después de llegar a la madurez, estos dos hombres ya adultos encontraron el valor para afrontar el abuso atroz al cual fueron sometidos, situación que marcó sus vidas y las de los integrantes de sus familias para siempre.

En lo personal, después de ver Leaving Neverland me percaté que no podría separar la persona de su obra. Aunque en principios lo consideré una posibilidad, después me resultó imposible hacerlo. Cada vez que suena Michael Jackson se me estremece el cuerpo pensando en sus videoclips donde los niños están siempre presentes, y en Neverland, esa fastuosa mansión plagada de juegos, distracciones y diversiones, que era la mismísima boca del lobo para cualquiera que ingresara allí. Ni por un momento dudé en el testimonio de las víctimas abusadas, de esos hoy hombres que fueron niños completamente desprotegidos ante la presencia de la peor amenaza de sus vidas.

¿Podría acaso comprar ropa a una empresa que esclavice a sus empleados? ¿comprar carne al carnicero que le pega a su mujer? , ¿comprar en la despensa de una mujer que maltrata a sus hijos?, ¿comprar una obra de arte, por más extraordinaria que fuera si el artista se trata de un violador? La respuesta es no, en todos los casos.

Quiénes son nuestros ídolos

Por otro lado, la historia de Michael Jackson lleva a reflexionar en torno a quiénes son nuestros ídolos, nuestros referentes. ¿A quiénes siguieron y siguen las jóvenes generaciones?

¿Es posible abandonar el fanatismo  que suscita una figura popular, cuando una verdad o sospecha de verdad de este talante golpea  fuertemente las conciencias?

Como afirma Javaloy en “La Introducción al estudio del fanatismo”,  éste supone una intensa adhesión afectiva a una idea, socialmente compartida, a la que se concede un valor absoluto que pretende ser realizada destruyendo cualquier obstáculo que se le interponga”.

Pues en estos casos debiéramos poder desterrar ese fanatismo y el poder de la verdad, o al menos la incógnita de una duda tan monstruosa, tendría que ponernos en alerta. Pero quizás este pensamiento sea sólo una utopía. ¿Cuáles son los límites del fanatismo, si tiene alguno?, ¿hay fanatismo con límites o su propia condición los borra?

Más y más preguntas surgen a partir de estas líneas. ¿Por qué podemos seguir de modo incuestionable a una persona que da muestras de no quererse a sí misma?, ¿por qué negamos tantas veces la realidad y llega a tener más peso la fama y el reconocimiento que las evidencias?

Y por último ¿cuánto sabemos realmente de la condición humana en torno a estos temas? Quizás Michael Jackson siga sonando por mucho tiempo más. Eso no es posible controlarlo. Dependerá de nosotros que las nuevas generaciones conozcan su historia, tomen una postura crítica respecto a su caso y otros tantos similares al suyo, para que el relato no quede en una historia  escalofriante más, detrás de un mito.