Es que Andrew vivió en una estancia cerca de Río Cuarto, pero su familia se radicó en Villa General Belgrano, donde una sobrina-nieta relata las vivencias que le contaron sus antepasados, con gran emoción, recordando cada paso de su tío-abuelo en los días previos al naufragio del por entonces barco más grande del mundo.
Violet Jessop es la otra argentina que estuvo a bordo del Titanic, aunque la suerte para la bahiense fue distinta. Era una de las 23 camareras y una de las 712 personas supervivientes que se salvaron embarcando en uno de los botes salvavidas.
En diálogo con Télam, Marianne Dick contó sobre Edgar: “Mi abuelita, Ethel, era su hermana, dos hermanos que se llevaban súper bien y se querían muchísimo”.
“Se levantaba de la siesta, nos relataba todas esas historias familiares, que hay muchas, y contaba con mucha tristeza del hermanito que había fallecido en el Titanic, ella vivía en frente nuestro y siempre charlábamos. Como buena descendiente de ingleses era bastante parca, pero le sacábamos estas historias tan interesantes”, recordó Dick sobre su abuela fallecida en 1990 a los 101 años.
El hermano de Marianne, Enrique Dick, era quien junto a ella escuchaban los relatos que contaba Ethel, y él es quien escribió el libro ‘Una valija del Titanic’, basado en la historia de Edgar Andrew.
Dick comentó que la familia de Andrew era descendiente de ingleses, por lo que los ocho hermanos fueron enviados oportunamente a Inglaterra a estudiar, ya que era una tradición familiar, con la particularidad de que en su momento, Edgar no estaba de acuerdo con ir a Europa, ya que se sentía a gusto “trabajando en el campo”.
Los Andrew vivían en Estancia El Durazno, propiedad de el exgobernador de Córdoba Ambrossio Olmos y a unos 25 kilómetros de Río Cuarto, hasta que Edgar con 16 años viajó a Inglaterra para estudiar, como lo habían hecho oportunamente sus siete hermanos.
Estando en Inglaterra, su hermano mayor, Silvano Alfredo, un ingeniero naval que vivía en Estados Unidos, contó a su madre que iba a casarse con una norteamericana y que invitaba a Edgar a la celebración y luego, si no quería estudiar, lo pondrían e trabajar en la empresa de su futura esposa.
Edgar originalmente compró ticket para viajar a fines de abril de ese 1912 en el Oceanic, aunque su destino cambió para siempre por una cuestión ajena a él. Es que previo al viaje inaugural del Titanic, una huelga de trabajadores que no quisieron cargar carbón generó una serie de situaciones que derivaron en que Edgar finalmente fuera pasajero del famoso barco.
Se decidió pasar el carbón del Oceanic al Titanic, ya que eran de la misma empresa, y ofrecieron a pasajeros a embarcarse en el transatlántico que finalmente se convirtió en uno de los más conocidos de la historia.
Así fue “sin poner un peso”, comentó Dick, Edgar cambió su billete y sin estar del todo convencido subió al Titanic, que partió unos días antes de lo que estaba previsto saliera el otro navío.
Es que una amiga suya, Josey Cowan, viajaría a Inglaterra con su familia y Edgar tenía pensado reunirse al menos unos días con ella, pero la salida prematura del Titanic impidió ese encuentro, y el sentimiento de aquel adolescente por ella aún marca registro por la carta premonitoria que le dejó antes de irse rumbo a Estados Unidos, en un viaje que nunca se completó.
“Figúrese Josey que me embarco en el vapor más grande del mundo, pero no me encuentro nada de orgulloso, pues en estos momentos desearía que el Titanic estuviera sumergido en el fondo del océano”, le escribió Edgar a su amiga, como anticipando lo que viviría unos días después.
La película protagonizada por Leonardo Di Caprio y Kate Winslet, en 1997, puso en boca de todos la historia del Titanic, sobre la que Dick afirma: “Yo demoré un poco en ver la película, la verdad que la primera vez me lloré todo, sobre todo porque nos da la impresión de que él se puede haber tirado al agua también”.
“Siendo un chico que acababa de cumplir los 17 años, calculo que puede haber sido algo así. Fue muy fuerte de saber toda esta desgracia de tanta gente que perdió la vida porque el problema es que el agua estaba tan fría”, sostuvo al recordar el film.
Son muchas las historias que se replican en torno al fatídico viaje en el que participó Edgar, y su sobrina-nieta destacó: “Esta historia quedó mucho tiempo guardada, solamente la supo la familia, solo los cercanos, hasta que después el Titanic vuelve a cobrar importancia porque lo encuentran en 1985. Después sucede una expedición atrás de la otra y en el 2000, a bordo de un barco ruso, baja un norteamericano, David Concannon”.
Y continuó: “Es un abogado y baja por un tema de un juicio, y en el fondo del mar encuentran una valija en perfecto estado, la sacan, se abre y caen un montón de cosas, que las vuelven a recoger, y cuando emergen todas esas cosas son llevadas a un instituto de conservación, nadie sabía de quién era ese contenido“.
En el mismo año 2000 llega a Buenos Aires una exposición a La Rural de Palermo, donde va el hermano y la prima de Marianne Dick, se ponen en contacto con esta gente, y ahí se enteran, ambas partes, de que el contenido de la valija era de Edgar.
“Es increíble cómo se conservó todo, hasta el papel, porque había una carta de la madre, había postales de Río Cuarto, toallas con su monograma que le había bordado mi abuela, zapatos, pantuflas, un sombrero, tintero, en total 51 objetos“, recordó la sobrina-nieta del fallecido.
En el sur de Córdoba hasta en escuelas se habla de la historia de Edgar Andrew, y así fue que una profesora de inglés hace un par de años contó a sus alumnos que por la zona había estado el único argentino fallecido en el Titanic.
El interés de los estudiantes llevó a que se realice de manera virtual una entrevista junto a David Concannon, quien accedió gentilmente y de la que también participó Marianne Dick.
La profesora de inglés, Analía Gozzarino, decidió investigar más del tema y fue así que surgió la elaboración de un museo virtual en el que se muestra todo lo referido a la vida de Edgar Andrew, el argentino que murió en la tragedia del Titanic.