Por Zito Fuentes. Se me ocurrió estornudar en la cola del bondi y en tres segundos tenía cinco policías mirándome como se hubieran encontrado con el capo de la banda de Los Monos.
“Es cierto, evidentemente soy un mono, mas por ello no he de ser portador del virus que tanto os preocupa”, les dije a los azules en español antiguo, no sé por qué.
El giro idiomático que me sobrevino a partir de estar leyendo La Celestina en la parada del bondi, puso a los hombres de la ley todavía más hostiles y uno de ellos exclamó: “Este tipo tiene fiebre, no vé, no vé, no vé cómo delira. Dice cualquiera cosa este tipo, cuchá, cuchá. ¿Qué te pasa a vo´, che, cara e´ mono de la barra de “Bron” de Malagueño?”.
Lo miré azorado, con la cara de aquel que entiende que está en serios problemas, y la cosa se complicó aún más.
En dos minutos y medio estaba rodeado de agentes de la Seguridad del municipio, otros cinco policías, dos médicos enfundados en trajes especiales cual astronautas del subdesarrollo, y unos 25 ciudadanos comunes y corrientes que esperaban el bondi en la parada de la Plaza del Avión y parecían participar de un torneo de estornudos. Todos mirándome fijo, como hubieran encontrado a Harrison Ford en El Fugitivo.
Como hago casi siempre, en esos segundos mi imaginación quedó en atención flotante y me imaginé el campeonato de estornudos. Y la vi a ella, a mi mujer, Carencia de Fuentes, en el podio de los ganadores.
Es que Carencia tiene un modo particular de estornudar. Comienza con un suspiro hondo que es el presagio en el que uno puede basarse para saber lo que se viene. Luego despliega las órbitas de sus ojos hacia afuera de manera que un extraño que presencie los hechos piense que están a punto de estallar.
Acto seguido, su cara se vuelve extraña, como poseída por los peores demonios, y ahí sí, prepárate:
“Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaa….(puntos suspensivos tortulianos)…..Chiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisssssssssssssssssssssss”.
La cantidad de “eses” que emanan de su boca es proporcional a las millones de partículas ensalivadas que desparrama en la atmósfera terrestre. Alguna vez pensé que su caso debería ser estudiado por científicos del mundo. Carencia sería una perfecta agente letal de una guerra bacteriológica global. Por eso y muchas cosas más, siempre quise, quiero y querré tenerla de mi lado. O, mejor dicho, estar debajo de su ala protectora.
Me rodearon, me pusieron un barbijo y guantes de latex, y me metieron en una ambulancia en la que me encontré con Él.
¿Con quién, Zito?, se preguntarán.
Con Él, con Estebanísimo, con el excelentísimo exintendente de la “Peurla” de las Sierras, como dice “mi Rey” de Córdoba, el Gober “Juán Es Chiá re tti”. No se extrañen, el juego en el texto tiene que ver con el modo de hablar de “mi Rey”. Acentúa las primeras partes de las palabras, separa las sílabas y disminuye el tono en los finales. Si lo habré escuchado, si lo habré aplaudido hasta tener las manos rojas y calientes.
-“¿Qué hacés acá, Esteban? ¿Por qué no me atendés el teléfono desde hace cinco meses? ¿Por qué, por qué, por qué me decís que te vea el lunes y no me decís qué lunes, si de ahora o de la década que viene?; le dije casi como rezando el Rosario.
-Shhhhhhhhhhhhhhh, Zito, shhhhhhhhhhhh. No soy Él, soy su doble. Shhhhhhhhhhhhhhh; me dijo el Estebabanísimo falso.
Y ahí entendí. Luego de una larga conversación con el duplicado de Estebanísimo, supe que no son dos sino tres o cuatro los que aparecen en público emulando ser el “Mismísimo”.
Y me explicó algo que me pidió que mantuviera en estricta reserva, pero ustedes saben cómo soy, si no las dejo salir, las cosas salen lo mismo por otro lado.
Es así: el Estebanísimo que vemos en Carlos Paz junto al Pelado Gesteira es el que todos conocemos, el original. Viene dos o tres veces por semana a los actos, saluda a la gente, y demás “protocoleadas”. Ese, que ya no viene más porque se está cuida del virus, es el que frunce el ceño cuando algo le disgusta, imparte órdenes y reta a la tropa. En las últimas semanas, con el correr de los acontecimientos, el Doble 1 ocupó su lugar en los actos públicos. Lo sé, es complicado.. ¿pero vieron la Matrix?, bue, entonces, calma, teikirisi.
El Estebanísimo de la Agencia Córdoba Turismo es el bueno, el gentil, el que siempre sonríe para la cámara y abraza, acaricia, besa. Ahora no, obvio, ahora basta de besos y abrazos.
Después está el Doble 2 que se dedica a reuniones informales, asados, partidos de fútbol y charlas con estudiantes e intendentes de pueblos turísticos y no sé qué más.
Hasta ahí supe. El que encontré en la ambulancia había sido besuqueado por cuanta vieja encontró en la peatonal y lo pusieron en cuarentena como a mí.
La delegación policial me dejó en la puerta de casa justo cuando Carencia desparramaba en la vereda su ADN en un estornudo monumental, apoteósico, campeón del mundo del Achís.
Ella barría como si nada y lo siguió haciendo. Miró con desdén a los de azul cuando me bajaron del móvil. La mirada fue tan penetrante que los uniformados volvieron al patrullero como si se les viniera encima una horda de fanáticos cazadores de Pokemones.
Desde mi cuarentena obligada, les dejo algo para la reflexión. Esto del virus ¿no se parece mucho a los pokemones sueltos en nuestras calles?…. Es para pensarlo, ¿no?