Horas antes había concluido sus estudios y se disponía a reconstruir su vida en Serrezuela junto con su novio.
Mirta Soledad Guerra (20) se había ido a vivir a la casa que Walter Aníbal Nieto (45) en Tuclame para poder cursar la secundaria. Había terminado sus estudios y se disponía a vivir en Serrezuela con su novio. Comenzar una nueva vida.
Pero la vida de Mirta Soledad Guerra se vio interrumpida, quien fuera su casero y anfitrión durante tantos años, le quitó la vida de un escopeatzo en la cabeza, a sangre fría.
La policía investiga los años en que Guerra vivió con NIeto, en donde habría sufrido años de sometimiento por parte del dueño de casa.
Los hechos se sucedieron por la tarde del viernes, poco minutos después de que Guerra festejara junto a sus íntimos su egreso de la escuela y marcharan juntos hacia su nuevo hogar.
Pocos kilómetros más adelante, Nieto se quitó la vida con la misma arma.
Mirta Soledad Guerra era oriunda de Paso Viejo, localidad que había abandonado para mudarse a Tuclame y poder continuar con su educación. Sin embargo, en la casa donde la recibieron, encontró una “relación forzada, no consentida” según los investigadores. Algo que corroboró el novio, al tanto de la situación, ante la policía.
El novio de la víctima es oriundo de Serrezuela, donde arregla teléfonos celulares. Según fuentes de la causa, era consciente de la relación no consentida entre su pareja y Nieto, y el viaje que realizaba hacia su localidad era justamente lo que iba a poner fin al vínculo.
Nieto, protagonista de otra historia de terror
Walter Nieto fue detenido en 2002, junto con quien en ese momento era su pareja, por lesiones graves calificadas continuadas y privación ilegítima de la libertad calificada, tras descubrirse que tenían a las dos hijas de la mujer –de 1 y 2 años– encerradas en un gallinero, además de que evidenciaban signos de tortura.
En ese momento, testigos declararon que las niñas sólo salían del gallinero para ser alimentadas y que Nieto las golpeaba con una fusta de cuero y a veces con un alambre doblado. Además las pequeñas presentaban quemaduras en los pies, realizadas con un hierro caliente.
La mujer, María Isabel Díaz, había testificado que tenía “terror” de su pareja, pero la fiscalía sostuvo que fue cómplice por “pasividad”.