Pasó Halloween y pudo verse en las calles de diferentes parte del mundo, de Córdoba y en el mismo centro comercial de Villa Carlos Paz, gran cantidad de niños y niñas disfrazados y maquillados, evocando a personajes que están en el imaginario colectivo desde siempre y que producen temor desde tiempos inmemorables.
Brujas, fantasmas, zombies, esqueletos, novias resucitadas, calabazas con rostro, mostruos y un sinfín de creaturas extrañas se evocan en esta celebración que en nuestro país y en cada parte del planeta donde tiene lugar, ha sido resignificada. Cada pueblo se la apropió brindándole una razón de ser particular.
Halloween ya no se vive como en sus orígenes celtas, de miles y miles de años atrás. Lo importante es ver qué implicancias tiene la fiesta por estos días para los chicos y chicas que se divierten, disfrazándose y pidiendo casa por casa, o a los comerciantes: “dulce o truco”, a la espera de la respuesta deseada.
Más allá de los que aún se manifiestan en contra de la celebración, -que están en todo su derecho- los chicos viven esta fecha con mucha alegría, buenas expectativas y con ese cosquilleo en la panza que invita a juntarse con sus pares, jugar a ser otros y prestarse a una experiencia lúdica inolvidable.
Así es, para los niños es un juego colectivo de lo más atractivo e interesante. Además Halloween puede ser la oportunidad para que enfrenten una vez más sus miedos y los procesen a través de las representaciones y las herramientas que ofrece el festejo, del mismo modo que lo logran los cuentos de miedo y de terror que a todos desde muy chicos nos encantan.
Cuentos e historias de terror
Incluso los especialistas recomiendan que los chicos lean cuentos o historias de terror para de esa forma “explorar y expresar sus emociones y aprender a vencer sus miedos o al menos saber controlarlos”.
He citado varias veces a Sheldon Cashdan, Profesor de psicología de la Universidad de Massachussets, quien en su libro La bruja debe morir: el significado escondido de los cuentos de hadas, explica que los chicos, a través de historias como Cenicienta, Hansel y Gretel, la Sirenita, la Bella y la Bestia, Caperucita Roja, el Flautista de Hamelin, entienden sus propios conflictos psicológicos al proyectarlos sobre la lucha primordial del bien contra el mal que libran los personajes del cuento.
Además de esto, negarles a los niños y niñas la increíble experiencia literaria que se puede conseguir a través de estos personajes, sería sin lugar a dudas un gran desperdicio. ¿Quién no sintió el placer de viajar con su imaginación desde la comodidad de una cama o de un sillón, tras sumergirse en el mundo de personajes escalofriantes que también nos hablan de la condición humana? Para pensarlo.
Cuando era niña, descubrí 12 cuentos para caerse de miedo de Elsa Bornemann, luego Cuentos macabros de Edgar Allan Poe, la novela Drácula de Bram Stoker, y más tarde disfruté de Saki, de los increíbles cuentos de Horacio Quiroga, entre otros, y realmente me fascinaron. Y aunque no es mi género favorito, sigo leyendo más de vez en cuando, porque la llama de la intriga, el deseo de que vuelvan esas mariposas a la panza, siempre puede más.
Permitir el disfrute acompañando
Volviendo a Halloween, aún hay adultos que se manifiestan absolutamente en contra del festejo por motivos religiosos, o porque creen que el contacto con esos personajes causará efectos negativos en sus hijos e hijas. Por todos los motivos que expresé anteriormente, sostengo e insisto que los niños y niñas deben tener la experiencia de tomar contacto con ellos, vivir en carne propia el espíritu festivo, de júbilo y colectivo que se genera en fechas como estas, donde muchos adultos acompañan, y por supuesto nunca deben dejar de hacerlo.
Pensemos que los niños están expuestos a cientos de monstruos y verdaderos peligros en la vida cotidiana (en la calle, en la plaza, en la escuela, en el mundo real y el también en el virtual) mucho peores que los que ofrece la imaginación y la iconografía de Halloween por muy comercial que la consideren.
Lo que realmente da pavor, es la prohibición de los adultos y las posturas extremas que no dejan experimentar todo un universo que se ofrece, al que se puede acceder desde lo lúdico, la alegría y con la guía adulta siempre necesaria.
No seamos anti todo, la rigidez nunca sirvió para nada. Lo prohibido siempre moviliza aún más al ser humano. Dejemos ser, dejemos fluir y nunca pero nunca nos ausentemos del lado de nuestros niños y niñas, porque de eso sí que no hay vuelta atrás. No hay peor fantasma que la ausencia y el desamparo. Verdaderos monstruos a los que debemos combatir.