Facundo Arana se muestra como una persona cálida, entusiasta y muy amable. Para hacerte sentir como en casa te invita a tomar unos antes y a charlar tranquilos. Es un gesto que se agradece. La idea desde un primer momento es conversar un poco más allá de la obra que lo trae a nuestra ciudad. El tiempo apremia porque otros periodistas lo requieren para sus notas. Es que el artista se encuentra transitando plena temporada teatral en Villa Carlos Paz. Sin embargo conversa como si tuviese todo el tiempo del mundo.
Facundo presenta su obra En el aire, de jueves a domingos en Teatro del Sol, un unipersonal dirigido por Manuel González Gil donde interpreta a Marcos, un actor y comunicador que llega al pueblo de Las Rocas a hacer un programa de radio abierto a la comunidad. Se trata del único teatro del pueblo al que quieren cerrar para convertirlo en una playa de estacionamiento. Él intenta por todos los medios de evitar esa decisión.
El actor, quien recientemente tuvo un rol destacado en Pequeña Victoria (serie de Telefé) como Antonio Tiscornia (médico que se enamora de una chica trans), que brilló en Chiquititas y junto a Natalia Oreiro en Sos mi vida, Muñeca Brava o con Nancy Duplá en Padre Coraje; es muy querido por su lucha y militancia de las causas justas.
En 2010 subió a la cima del Aconcagua con el objetivo de generar conciencia sobre la donación de sangre, colocando una bandera en la cima de la montaña y actualmente es embajador de Fundaelu, la fundación de lucha contra la leucemia. Esto a raíz de que cuando tenía 16 años, le diagnosticaron linfoma de hodgking, enfermedad que superó luego de 1 año de quimioterapia y radioterapia y tras 5 años de control.
Pero no todo es color de rosa. También sucede que las generaciones más jóvenes y otras no tanto, rechazan sus ideas acerca de las mujeres, la maternidad y el feminismo, luego de polémicas declaraciones realizadas en medios de comunicación a principios del 2018, donde Facundo aseguraba que “la mujer se realizaba siendo mamá”. Tras múltiples quejas en redes sociales, pidió disculpas y explicó su punto de vista.
-¿Cuándo descubriste tu vocación de artista?
-No lo tuve nunca tan claro. Lo que sí tuve claro es que mi vida se iba para el lado del arte sin que yo pudiera hacer algo para modificarlo. Ya a los 5 o 6 años escuchaba en casa música clásica, pero no porque en casa fuera un hábito, sino porque así como escuchaba a Los parchís, también escuchaba música de Beethoven, Bach, Mozart, con las mismas ganas e intensidad. Después con el tiempo me capturó el dibujo, la música y luego el teatro. Siempre iba por ahí, y jamás me podía imaginar vivir como mi padre, sentado en un escritorio.
-¿Tu padre era abogado?
-Sí, y trabajó en la justicia. Trabajaba todo el día en Tribunales y después volvía a casa y seguía trabajando con los expedientes. Era un gran apasionado del laburo, pero yo lo veía sentado en el escritorio, y concebía eso para mí únicamente si dibujaba. No lograba encontrar mi vida por ese lado, por eso elegí el arte.
-Recuerdo haberte visto por primera vez en el programa televisivo Canto rodado ¿Cómo fueron tus comienzos profesionales?
-Sí, fue mi primer trabajo fue en televisión en 1993. Cuando tenía 15 años, mi mejor amigo, Cali, que era un talentoso de la escritura -no hacíamos otra cosa, nos pasábamos horas juntos, él escribiendo y yo dibujando- me dijo: tenemos que ir a una clase de teatro. Y fuimos al Teatro de Lasalle durante dos meses. Un día fui y estaba todo apagado, y había una mesa sobre el escenario color celeste, ese celeste tan teatral; me volví loco. Ese día supe que quería ser actor por el resto de mi vida. Entonces me puse a estudiar para ser actor pero sin saber que iba a poder dedicarme a esto. Era una página en blanco, no podía decir claramente en ese momento “quiero ser actor, músico, bailarín o dibujante”.
Era súper seguidor de Caloi, Fontanarrosa. En la escuela no la pasaba para nada bien. Iba a un colegio doble turno, entonces durante años me refugiaba en el dibujo. Y como todo, es un ejercicio, como meditar por ejemplo. La primera vez que uno decide meditar, no puede parar la cabeza de la cantidad de pensamientos que vienen, pero si meditás todos los días un ratito, al cabo de un tiempo, podés abstraerte y detener la cabeza. Es impresionante.
Mariana Genesio Peña tuvo una generosidad inmensa conmigo. Se abrió por completo para que yo pudiera tomar todo lo necesario para construir mi personaje.
-¿Hace cuánto que meditás?
-A los 17 empecé a meditar y después deje, pero sé lo que es. El que medita sabe que lleva tiempo, como el que dibuja, sabe cómo meterse en el universo de su trabajo. No es algo que pueda hacerse de un día para el otro, es un hábito.
-¿La vida te sorprendió en relación a tu vida profesional?, ¿Esperabas ser famoso?
-Sabés que pasa, yo tuve una enfermedad grave y no es que eso me transformó pero son cosas que marcan. Cuando era chico se murió mi mejor amigo y me di cuenta de la finitud, por eso me cuesta mucho proyectar las cosas a futuro. Lo hago hoy obligatoriamente porque tengo a mis hijos y a mi compañera, entonces nos proyectamos, pero si no, no puedo proyectarme. Yo me estuve por morir de cáncer y mi mejor amigo se murió cuando teníamos 18 años.
-Comprendo tu lucha porque también me ha tocado de cerca. Es un antes y un después…
-Sobre todo para quien tiene que acompañar el proceso también. En mi caso, al ser yo el que estaba con el linfoma, soy el gran ganador. En el caso de las madres que acompañan imagino que todo el tiempo se preguntarán: ¿por qué a mi hija o hijo y no a mí? Yo en cambio me decía a mí mismo: esto no me va a matar, porque no lo voy a permitir, pero sí me moriría si lo mismo le pasa a mi hermana, a mi papá o a mi mamá.
si no tenés memoria de las cosas que viviste, de lo que te costaron las cosas y cómo pudiste superar todo en tu vida, no sirve. Es muy lindo poder hacerle un guiño a ese muchacho que fui, que no podía caminar, desde la cumbre de Everest.
-De estos temas hablás siempre ¿no? Cada vez que podés…
-Es que el arte te modifica todo en la vida. Y es bueno poder ser bandera de lo que uno ha vivido y comunicarlo con arte. Es enriquecedor, a mí me nutre y me limpia mucho dar testimonios porque uno nunca sabe quién está mirando o escuchando. A mí me gusta vivir en esa poesía de la vida.
-Esa faceta tuya hace que la gente se conecte más con lo que hacés, porque las palabras y los testimonios en relación al tema, vienen de la experiencia. Esas vivencias que contás, ¿son lo que te llevan a escalar el Everest, el Aconcagua, a ponerte ese tipo de desafíos? ¿o tenés otros motivos?
-Es que no lo puedo saber. Sencillamente el Everest es el lugar más alto de la Tierra. Un día yo no podía caminar con mis pies-aún conservo las cicatrices- y luego, tiempo después, con mis propios pies llegué hasta lo más alto del mundo. Tiene sentido. Lo que hay que tener es un mínimo respeto por uno mismo y tener memoria, porque si no tenés memoria de las cosas que viviste, de lo que te costaron las cosas y cómo pudiste superar todo en tu vida, no sirve. Es muy lindo poder hacerle un guiño a ese muchacho que fui, que no podía caminar, desde la cumbre de Everest.
Me pasa lo mismo con el saxo. Ese saxo que está arriba del escenario es aquel con el que tocaba en el subte y recuerdo lo que pasaba por mi cabeza cuando lo hacía.
-¿Qué pasaba por tu cabeza?
-¿Será que algún día podré ser actor, podré hacer algo con lo que estoy estudiando?, ¿será que podré vivir del arte? Porque era esto lo que yo quería y lo logré. Hoy, estar arriba del escenario, cada noche, también es hacerle un guiño a ese muchacho que estaba tocando en el subte. Es decir: no te olvido, no me olvido, para poder ser coherente con la vida misma, con la vida de uno. Es la propia historia que uno puede escribir.
Repaso por los éxitos
-De todos tus éxitos ¿cuáles fueron para vos las experiencias más significativas?
–Chiquititas, porque pude trabajar para niños y me encanta contar historias para ellos. Los niños son puros y uno tiene una enorme responsabilidad con ellos. Me fascinó hacerlo y me modificó. Muñeca brava y Sos mi vida porque fue la oportunidad de trabajar junto a Natalia Oreiro, con quien nos entendemos muy bien y somos muy buenos amigos. Saltás sin red y ella te ataja y viceversa. 099 Central y Padre Coraje que hicimos con Nancy Duplá, con quien también nos llevamos maravilloso y pudimos aportar muchas cosas cada uno. Yago porque era mi alter ego. Yo metido en la selva que me encanta, lo podía sentir y me compenetré con el personaje. Todas las historias que conté en teatro también me dieron mucho, porque lo hice prolijo y me preocupé por cada trabajo.
Que me perdone el feminismo pero para un tipo ver a una madre serlo es absolutamente maravilloso. Un niño nunca pide por su papá sino por la mamá.
-¿Cómo viviste tu papel en Pequeña Victoria?
-Fue un éxito porque también tuve una compañera de lujo, Mariana Genesio Peña, porque además me estaba metiendo en un universo que no conozco. Ella tuvo una generosidad inmensa conmigo. Se abrió por completo, para que yo pudiera tomar todo lo necesario para construir mi personaje. No me voy a olvidar nunca de ese rol. Una historia de amor preciosa. Cuando uno cuenta una, es necesario tirarse en los brazos de la compañera. Pero además trato de dar lo mejor siempre, a mis compañeros de trabajo, al director, a los técnicos, etc.
-¿Cómo sos como papá?
-Soy lo mejor posible. Nunca siento que alcanza. Admiro profundamente a María, mi mujer, en todo sentido ¿Sabés que pasa? Que me perdone el feminismo, pero para un tipo, ver a una madre serlo, es absolutamente maravilloso. Un niño nunca pide por su papá sino por la mamá. Yo soy muy respetuoso de eso, será que tengo tres hermanas mujeres, era el único varón… Mi mamá es la razón fundamental por la que estoy vivo. Entonces ¿qué admiro de María? Que la veo madre y me muero de amor. Pero no me enamoré de lo que iba a ser como madre, porque no lo sabía. Me enamoré de sus ojos, su sonrisa, de su cuerpo y su esencia. El tiempo me dio la razón, porque tengo muy claro que lo que elegís a los 20 años, no es lo mismo que elegís a los 40 o a los 50 años.
-Se puede ir eligiendo y cambiando…
-Sí, porque no es hasta que la muerte nos separe, sino hasta que yo te sirva para construir lo que necesitás o al revés. Para mí hay que tener claro eso.
-¿Cuáles son tus próximas metas?
-Todo lo que hago ahora, era lo que quería hacer cuando tenía 15 años. Cada vez que me subo al escenario rezo mucho, al universo, a un ser supremo porque tengo fe. No es que sea religioso. Me da lo mismo si me ponés a un cura, un rabino, un monje tibetano. Con que realmente esté consagrado a su religión, me alcanza. Soy de la religión de Dios, no de los hombres.