Eso que retorna

Por Luis María Amaya. ¿Qué es lo extemporáneo? ¿Cuándo un acontecimiento que ocurrió en el pasado se convierte en ajeno al presente, y por qué?

¿Es un ahogado que se ahogó hace más de cuarenta años y que golpea la puerta del recuerdo, como si fuera ayer, un extemporáneo?

¿Un ahogado, en el lago, cuyo cuerpo se arrima a la costa, a la vista de todos, rodeado de efectivos vestidos de verde oliva, que asoma a la mirada de un niño de once años, acompañado de su mamá y su hermana, sin su padre, eventualmente sin su padre, a horcajadas del Anfibio que –paradójicamente, o no- años más tarde también terminaría ahogado, con ahogados… un ahogado que de pronto, de la nada, golpea la puerta como si fuera ayer, es realmente un extemporáneo?

María Teresa Andruetto escucha el relato de José Luis Juresa y escribe, informalmente, “de aquellos ahogados a estos desaparecidos”. Entonces, pienso: aquel ahogado lateLate en algún lugar del cuerpo de un tipo de más de cincuenta años, late, aún, en el cuerpo social.

Entonces, ese ahogado, de extemporáneo no tiene nada.

Si ese ahogado habla, es porque su fantasma aún está vivo. Es porqueno cesa de no morirNosotros podemos jugar a no oírlo, a hacer como si nada… Pero él (ellos) no dejará de machacar.

Todo esto en el contexto de un Ciclo sobre Derechos Humanos como la ciudad no había tenido en años, tal vez nunca. Que comenzó con Los ahogados[i]* de Andruetto, para dar cuenta de aquellos años de exilio/insilio y narraciones mudas, y terminó con ‘los desaparecidos’ de Juresa, como aguafuerte del presente.

Unos ahogados narrados en forma de Insilio, es decir, bajo esa forma muda que la vida se ve obligada a asumir cuando el hábitat es tan hostil que hasta el aliento es delator. Esa forma de irse, sin moverse del lugar; de quedarse, sin estar, sin ser visto. Esa forma de encierro/destierro dentro de uno mismo. Esa hemorragia de libido…, por la que se van el alma y la vida.

Y unos desaparecidos a los que, para poder ‘desaparecer’, primero había que negarles la identidad, transformarlos en número, sustraerlos de la condición de humanidad, reducirlos a la de cosa. Así, ser un desaparecido era ser un ‘N.N.’, un ‘evaporado’, una entelequia sin cuerpo, un alma errante devenida en zombi condenada a vagar por el averno durante el resto de la eternidad.

Ese Ciclo, no tenía el propósito de ser un racconto de testimonios dolientes que viniesen a convocar la sensibilidad de una ética del espasmo, tan propia de nuestro tiempo. Ni Andruetto, ni Juresa –ni ninguno de los demás- vinieron a hablar en tiempo pasado. Los ahogados retornan hoy bajo la forma de los discursos sin cabida en el cuerpo social, bajo la forma de las prácticas sin reconocimiento ni representación.

Los desaparecidos retornan hoy bajo la forma del fetichismo de la mercancía, bajo la forma del uso y de lo descartable, bajo la forma del discurso capitalista que es la forma contemporánea del ‘dispositivo concentracionario’.

En ambos casos no hay allí sino y sin más, otra cosa que unos dispositivos de desaparición. Lo pornográfico de la época es que los cuerpos han perdido el alma, es que el otro ha dejado de ser un semejante, es que todo y todos, se consume. Cuando el otro es un sin rostro, cuando el nombre no importa, hay allí un ahogado, hay allí un desaparecido.

No es el significante (la palabra con la que los nombramos), es ‘la lógica’ (es la matriz, que le da forma a nuestros vínculos).

Las nuestras son subjetividades marcadas por el semblante de la desaparición, propia, y del otro. Vivimos en un perpetuo Cromañón, cuyos síntomas se dispersan en las distintas formas que asumen hoy las patologías del vacío. Y, de shopping, nos empeñamos en negarlo todo.

Sin embargo, como ayer lo hacían el mar o el lago devolviendo a la costa –a ‘la vista de todos’- los cuerpos que hubimos matado, hoy, eso que perseveramos en negar no cesa de no abandonarnos, y retorna… Retorna una y otra vez a los singulares cuerpos del cuerpo social bajo las formas de la paranoia y el pánico.

Una vez más, ¿qué es lo extemporáneo?

Freud decía “somos responsables hasta de lo que soñamos”. También de nuestros fantasmas.

Pero no estamos ‘condenados’.

 

[i] Cuento editado por Babel, Colombia, 1917. También se puede leer en Página 12, El cuento por su autor, enero de 2015.