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Entrevista a Chema Forte en Carlos Paz: Aquí no me siento un turista

José María “Chema” Forte está parado en la esquina de Sarmiento y Uruguay.

Detrás suyo está el reloj Cu Cú, un paso obligado para los turistas que visitan Carlos Paz durante el fin de semana largo.

Pero el Chema, que viene a esta ciudad desde hace unos 40 años, asegura que aquí no se siente un turista. Es uno más.

Tras décadas de formar parte del equipo periodístico de Cadena 3 como corresponsal en Europa, el Chema es alguien querido en Córdoba y en Argentina.

Y en todos estos años ha cosechado amigos a montones.

Uno de ellos es el fotógrafo cordobés Fino Pizarro con quien presentará un libro de retratos el viernes 18 de octubre en el Salón Auditorio de la Municipalidad de Carlos Paz.

En una entrevista imperdible, el Chema Forte habló con Carlos Paz Vivo sobre su visión de la realidad política actual. Y las derivaciones de la era tecnológica en la tarea del periodista.

“No me siento turista en Carlos Paz”, dice el Chema Forte, un visitante asiduo de la ciudad.

-¿Cuándo empieza tu ligazón con Argentina?

-Desde siempre, de toda la vida. Siempre he tenido mucha relación con Argentina y vine por primera vez cuando ganó Alfonsín las elecciones. Vine a conocer una tierra que tenía en la cabeza desde siempre y que era mejor de lo que yo había escuchado y había soñado. Y por eso he vuelto siempre.

 -Y con Carlos Paz, ¿cuándo surge el afecto?

– Con Carlos Paz, surge en el primer viaje que hice. Me trajeron al Casino y en esa época había que entrar con saco y zapatos.  Y como yo tenía el pelo largo y barba y era hippie; para entrar en el Casino, me tuvieron que prestar los zapatos. Y entré con los zapatos del gerente del Casino. A partir de ahí siempre he tenido una relación muy llena de cosas bonitas.  Nunca me ha pasado nada malo en Carlos Paz y he venido durante 40 años. Y no me siento turista.

La primera vez que vine a Carlos Paz Me trajeron al Casino y en esa época había que entrar con saco y zapatos.  Y como yo tenía el pelo largo y barba y era hippie; para entrar en el Casino, me tuvieron que prestar los zapatos. Y entré con los zapatos del gerente del Casino.

 

 – ¿Qué has podido ver en todos estos años de carrera como periodista sobre la evolución de la política en nuestro país?  

– Se ha ido cambiando. Faltan hombres de Estado. Cuando vine, al principio la crisis económica política y social era muy grande, había habido una dictadura y, sin embargo, había llegado bien. Bueno, digamos que había una clase política concienciada en que había que trabajar para mejorar la vida de la gente y eso, creo, se ha ido perdiendo. Lamentablemente, se ha ido perdiendo, hay muy pocos políticos que estén pensando en trabajar, en legislar para mejorar la vida de la gente de sus ciudadanos. Ese es el cambio que he visto en estos años y no solo en Argentina: está ocurriendo en otros muchos lugares.

“Me molesta que reivindicaciones que son de Estado necesariamente se las atribuya una sola una parte de la sociedad que es una consecuencia de la grieta”.

-Para este tipo de casos, la grieta que existe en todo el mundo, es funcional a los intereses del poder…

-Claro, las grietas son funcionales. O sea, la grieta que hay en Francia entre la extrema derecha y la izquierda, la que hay en Italia, la que hay en España, la que hay en Estados Unidos, por ejemplo… Entonces, si en Estados Unidos que es el país que supuestamente nos tiene que mandar un mensaje de crecimiento económico, de mejora social, de un Estado fuerte que te protege en la salud, en la educación, en la infraestructura; pues si desde allí nos están mandando mensajes que van en contra de una sociedad mejor y más justa, difícilmente vamos a encontrar políticos de menor rango que realmente estén preocupados. Afortunadamente, hay algunos políticos, algunos empresarios, algunos sindicalistas, algunos pensadores que están trabajando en cómo mejorar la vida de las personas. Hay lugares en donde están mucho más avanzados en ese debate. El otro el otro día me preguntaban cuál es la diferencia entre un Congreso en Francia y un Congreso en Argentina. El Congreso de Francia debate sobre si los robots en las fábricas tienen que pagar impuestos y aquí están debatiendo sobre si hay que aumentar o disminuir el presupuesto en investigación y en educación universitaria. Creo que la distancia es sideral. Y en cuanto a las marchas, el problema es que se torna una cuestión ideológica cuando en realidad es una reivindicación transversal independientemente de la ideología que tengas. La defensa de la educación pública es transversal, nos compete a todos. Creo yo que todos tenemos que estar defendiendo la educación pública, la sanidad pública, el reparto justo de la ayuda a los más vulnerables. Creo que eso son cuestiones de Estado. Es como la posición de Argentina ante la reivindicación soberana de las Islas Malvinas que da lo mismo tu ideología: es una cuestión del estado del país, de la sociedad en su conjunto. Eso me molesta. Me molesta que reivindicaciones que son de Estado necesariamente se las atribuya una sola una parte de la sociedad que es una consecuencia de la grieta. O sea, si tú tienes otra ideología, no compartes exactamente la ideología de “X” ya eres su contrario. Yo no entiendo que el presidente de la República, jefe de Estado, festeje que ha ganado en una votación para limitar la inversión en educación o en las jubilaciones porque es una enorme cantidad de sus ciudadanos. O ¿qué piensa?, que todos los estudiantes son de una ideología o que todos los jubilados son de una ideología. A la inversa, ¿los de enfrente también se piensan que todos los jubilados son su de su ideología? No, los hay de todas, entonces son cuestiones de Estado que deberían debatirse en el Congreso como cuestiones de Estado para llegar a un consenso y encontrar la ley que mejore la vida de las personas y no que les tenga que sacar a la calle para pedir reivindicar algo que les corresponde.

– Y la grieta en España está en el mismo punto de ebullición que la argentina.

-Yo he escuchado el Congreso de los Diputados a Pedro Sánchez (presidente de España) decir que iba a construir un muro contra la ultraderecha. Entonces, significa que el presidente del Gobierno en donde recibe la soberanía popular que es en el Congreso de los Diputados dice y asume el mensaje de que una parte de la población no le interesa, que no va a gobernar para ellos. Pero ¿cómo que no eres el jefe del Estado en este caso? ¿No eres el jefe del gobierno de todos tus ciudadanos? Entonces te tienen que preocupar los que están a favor de tu ideología y los que no. Y eso le está pasando a Javier Milei, le pasó a Cristina Fernández de Kirchner claramente y le está pasando a Pedro Sánchez.

“Ya hemos consumido el primer cuarto del siglo XXI y estamos peor que en el primer cuarto del siglo XX en donde hubo una guerra mundial y se gestó la segunda”.

-Es la lógica de la desunión…

-Ya hemos consumido el primer cuarto del siglo XXI y estamos peor que en el primer cuarto del siglo XX en donde hubo una guerra mundial y se gestó la segunda. Entonces, vamos a ver si pueden sentarse un poco más negociar como ocurrió en España cuando acabó la dictadura con los Pactos de la Moncloa en donde personas que habían combatido en la guerra unos contra otros se sentaron y llegaron a un acuerdo. Para llegar a un acuerdo, lo único que tienes que hacer es ceder una parte. Porque, además, no todos tenemos la razón en todo. Podemos tener la razón en una parte y el otro tiene una razón en la otra parte. Y se puede juntar las cosas buenas de uno con las cosas buenas de otro. Es lo que veo hoy de la vida que nos toca vivir con un deterioro institucional muy grande. Vemos a presidentes de gobierno publicando sus propuestas y lo que hacen o van a hacer en Twitter en lugar de decirlo en el Congreso. El acceso de la prensa a los datos cada vez es menor, cada vez tenemos más dificultades. Yo no sé cómo será tu vida cotidiana, pero nosotros cada vez tenemos más dificultades para acceder a la fuente de primigenia, que en este caso es el político porque el político pone un tuit y se supone que con eso tú tienes que hacer la información. Para hacer una información tienes que preguntar y para repreguntar tienes que estar delante del protagonista. Entonces los jefes de prensa, los secretarios de comunicación antes estaban para facilitar el trabajo de la prensa. Ahora están para dificultar.

Los cambios normales que no son normales

“La gente se empieza a informar o lo hace ya desde hace rato por TikTok, por Instagram, Facebook. Da igual, si la noticia es mentira, si lo ha inventado la inteligencia artificial”; dice el Chema Forte, un periodista que ha visto pasar todas las formas de informar desde el plomo en las cajas de las viejas imprentas hasta el microrelato en redes sociales.

“Eso deteriora mucho nuestra profesión y en ese bueno, en ese mercado estamos”, dijo el cronista y escritor.

Y puso un ejemplo: “Pedro Sánchez se tomó cinco días de descanso para pensar si iba a dimitir o no y nos lo comunicó a los ciudadanos con una carta en Twitter. Claro, pues bueno, oiga: tiene usted el Congreso, la televisión pública, la agencia de noticias pública, la radio pública, el Palacio de la Moncloa en donde puede hacer una comparecencia. Y usa una carta en Twitter que es una empresa privada de un señor que está bastante mal de la cabeza en los Estados Unidos… Habrá otros canales oficiales institucionales en donde usted como jefe del Gobierno se comunique con los con los ciudadanos”.

-En el oficio de periodista, sos parte de una generación que vivió todos los cambios ¿Cómo ves el presente desde ese recorrido que hiciste?

-He llegado a este punto y considero que es un milagro. Un milagro porque yo he cerrado el Diario Información en el que trabajaba como el chico para todo de la sección Deportes del periódico. Y claro, pues cuando faltan los resultados de Segunda División o de la Tercera, como era en los años finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, pues se quedaba el jefe de cierre y uno más para llamar y que te contaran cómo había quedado un partido de básquet de no sé qué pueblo. Y eso lo cerrábamos con plomo en las cajas, haciendo las cajas. O sea, poniendo las letras de plomo en una caja. Era un trabajo manual llamando por teléfono a lo mejor a la casilla de la Guardia Civil del pueblo para que el que estuviera de la Guardia Civil, el de la policía, nos dijera el resultado del partido del pueblo. Y si el de la Guardia Civil te mentía, pues ponías el resultado en el diario con el resultado cambiado. Hemos pasado de eso a que ahora cualquier persona se siente periodista porque tiene un lugar en donde decir cualquier barbaridad o cualquier maravilla. Y lo hace en un lugar en donde lo pueden leer en Australia, en Groenlandia, en Filipinas y en Argentina. Entonces, dices, a ver ¿cómo hemos pasado de cosas? ¿cómo he pasado en mi vida profesional de transmitir partidos sin retorno porque no había línea nada más que de dos hilos a que tengo un celular y puedo salir desde la Antártida por vía satélite y con imagen? Entonces sí, claro, yo me siento muy descolocado.

-Y ¿qué ves que sucede con los contenidos?

-Pues a nivel de los contenidos, en lugar de una tendencia a generar mejores contenidos, más elaborados, más trabajados, con más calidad, hay más calidad de imagen porque hay el 5k o el no sé qué. Y luego las máquinas de montaje, la inteligencia artificial te quita lo que no quieres, te lo pone. Pero el contenido, con excepciones, se está deteriorando. Los diarios de papel, que eran un soporte de peso, han desaparecido o están en vías de extinción. Entonces, todo es instantáneo, los impulsos que recibe el lector o el televidente o el oyente son impulsos tienen que ser necesariamente muy veloces. Y la gente más joven directamente ya no nos ve y no nos escucha. O sea, todo esto es dopamina, dopamina y dopamina. Al mundo cultural se lo comió el mundo del entretenimiento y al mundo del entretenimiento se lo está comiendo una adicción. Y una adicción que es: “dame mucha información, todo muy seguido”.Y la atención que puede poner la gente – sobre todo la gente joven – a un espectáculo, a un libro, a una película, está desapareciendo porque yo me subo en Madrid en el metro y veo a la gente joven con el celular y no atienden a algo más de 10 segundos. Y es un impulso de detrás de otro. Yo los miro y digo: tienen que estar mal de la cabeza. Pero, no; a lo mejor el que está mal de la cabeza soy yo.

 

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