En la localidad de Toay, La Pampa, Gabriela De Lillo quería instalar una pileta en su patio trasero. Los obreros que cavaban el pozo para colocar la piscina se encontraron con un objeto rígido que no les permitía continuar su labor.

Cuando pudieron descubrirlo, fueron a avisarle a la dueña que no podía creer el hallazgo hasta que lo vio: se trataba de un auto de carreras.

La explicación señala que donde está ubicado el domicilio de Gabriela, años atrás funcionaba un taller mecánico y el auto perteneció a Feliciano Rau, un corredor de carreras.

El antiguo dueño se enteró de la noticia y relató que era un auto era parte de una sociedad con un grupo de amigos y que se usaba sólo para participar de las carreras pero no para competir: “Lo armamos con lo poco que teníamos, si ves la pintura era muy precaria pero igual anduvo. En las puertas tiene escrito mi nombre”, recordó.

Al disolverse la sociedad “cada uno empezó a decir que se quería quedar con alguna parte del auto como la caja, por ejemplo. Fue así hasta que uno dijo que nadie se iba a quedar con nada, que al auto lo iban a enterrar”, indicó Rau asombrado por el cumplimiento de lo que había sido prometido.