Hace un par de años, la Bety, mi tía Bety, decidió ella solita que iba a estar mejor y más atendida en una residencia geriátrica (Dulce Hogar) de la ciudad de Córdoba. La idea no me gustó en un principio porque la tía, que en enero cumplió sus primeros 90 años, siempre ha sido un refugio para mis días difíciles y una fuente de historias felices de mi papá (Emilio, su hermano), y de mis ancestros de ese lado familiar.
Pero cuando ella me lo explicó, entré en razones. Allí se siente bien, rodeada de amigos que sabe hacer tan rápido como yo, y ocupa un rol primordial en ese grupo humano con el que vive, todas personas mayores con distintas problemáticas de salud e historias de vida bien diversas. Es, como pasa conmigo, la que les da ánimo y les aporta consejos para la vida cotidiana desde una sabiduría aprehendida con cada vuelta al sol.
A sus 90, la tía maneja a la perfección el WhatsApp por donde envía textos, selfies y audios contando sus días, mandando saludos de cumpleaños y preparando el suyo con dos meses de anticipación y reglas clarísimas: tenés que decirle cuántos integrantes de cada familia van a estar presentes y guay que alguno falte o se eche para atrás a último momento.
También participa de grupos familiares en esa mensajería y hace poco abrió su perfil de Fadecook.
En estos últimos días, la tía estuvo entre mis preocupaciones por la amenaza de la pandemia sobre los adultos mayores y la población en riesgo por otras dolencias previas.
Pero, la Bety es de las que están siempre un paso adelante y este lunes me entró un mensaje en WhatsApp que me aclaró el panorama y me tranquilizó.
Tía Bety: Decisión de último momento : se prohíben las visitas a la pensionista Bety Fey hasta nuevo aviso. 😄😘😘😘😘😘😘😘🌸🌸🌸🌸
Tía Bety: Estoy muy bien: tejo, leo, hago palabras cruzadas, camino y descanso. Como de todo.
Tía Bety: X lo tanto les pido que se queden tranquilos en sus respectivos domicilios 😘😘😘😘😘😘😘😊🙋♀
Tía Bety: Nos veremos pal año 😂😂😂😂😂😂
Ahí está. Con el humor siempre arriba y diciéndonos a la familia que no se nos ocurra asomarnos a su residencia y dejemos el coronavirus o cualquier otra enfermedad en la puerta de calle.
Cuando busqué más intimidad con ella, dado que entendí que el mensaje recibido era para todos los miembros de la familia y sus amigos, la tía respondió:
Tía Bety: Hola Fer, Cómo estás x acá muy bien gracias a Dios! Decí en tu radio que la mejor manera de cuidarnos a los ancianos es no venir a vernos. Que no nos traigan el coronavirus.
Tía Bety: Te mando un abrazo fuerte y te quiero y admiro.
De más está decir que sus palabras me conmovieron y alegraron a la vez. Como siempre me pasa con la tía, encontré un remanso en medio de la locura que nos impusimos antes de sentarnos a pensar que el otro no es el problema y que, como pasa con tantas otras cosas en la vida (casi todas), el cuidado y la prevención comienzan en cada uno.
Ella está al tanto de todo, lee noticias en su teléfono y ve la tele con una mirada siempre aguda y crítica de lo que pasa.
Esta tarde de lunes, la tía sigue ahí, en su casa, en su refugio, tejiendo para sus nietos y bisnietos. Dándose tiempo para saludarme y saludar a todos. Dándome -otra vez- su ejemplo de vida.