Argentina empató sin goles ante Uruguay esta noche en el estadio Centenario, de Montevideo, por la 15ta. fecha de eliminatorias sudamericanas, en un partido que hizo recordar en el final a aquellos “pactos de no agresión” de otros tiempos, aunque este reparto de puntos no pareció de lo más conveniente para ambos a la luz de otros resultados, y el hecho de haber comenzado oficialmente el ciclo del entrenador Jorge Sampaoli no servirá de excusa mientras las chances de clasificar al Mundial de Rusia sigan peligrando.
La propuesta argentina con esa línea de tres a la que no apelaba un representativo nacional desde aquel partido que el equipo dirigido por Daniel Passarella le ganó 2 a 1 a Chile en Santiago para sellar la clasificación al Mundial de Francia 1998 apuntó en los 20 minutos iniciales a afirmarse en el juego defensivo con la transformación en una de cinco para contener, obligando a Marcos Acuña y Ángel di María a defender más cerca de su área que lo que a ellos les conviene por características individuales.
Esto ocurrió, claro, porque Uruguay tomó el protagonismo del juego, ahogando al equipo argentino en la mitad de la cancha con la dinámica del boquense Nahitán Nández y del ex ‘xeneize’ Álvaro González, apoyados por la ubicuidad del grandote Matías Vecino.
En ese lapso el tridente de estreno que componen en ofensiva Lionel Messi, Paulo Dybala y Mauro Icardi no tenía espacios para iniciar un funcionamiento que pudiera preocupar en la misma medida a la sólida zaga uruguaya, que tenía en Diego Godín al capitán de la resistencia.
La ubicación de Marcos Acuña por derecha, cuando presumiblemente podía rendir más por el otro sector, dejó a Di María por la izquierda, expuesto a la fervorosa marcación de Nández, una inteligente proyección del técnico Oscar Tabárez que le rindió frutos y no logró ser contrarrestada desde el banco de enfrente por el debutante Sampaoli.
En medio de ese ajedrez de trebejos celestes y albicelestes el partido solamente podía destrabarse con alguna pincelada de protagonistas que lucen en los mejores escenarios del mundo, pero como el uruguayo Luis Suárez llegó entre algodones a este partido, el que podía frotar la lámpara era Messi, y el capitán argentino se rebeló a los 20 minutos, le sacó una pelota de los pies a Guido Pizarro y encaró para el área local, generando la mejor acción de riesgo para su equipo en la etapa inicial, que no fue gol por virtud del arquero Fernando Muslera.
A partir de ese momento el encuentro cambió psicológicamente de dueño y fue Argentina el que se apropió de la pelota con la salida clara desde el fondo que le prodigaba Federico Fazio, con un solo error forzado en su haber por una mala cesión de Gabriel Marcado (llegó a la segunda amarilla y no estará el martes ante Venezuela) hacia atrás cuando lo asediaba Edinson Cavani. De allí se generó la acción de máximo riesgo para los locales con un remate posterior de Nández que contuvo a medias Romero y en el rebote se lo perdieron Vecino y Cavani. Esa fue la última de las escasas acciones de riesgo real que se generaron frente a los arcos.
La segunda parte arrancó más picada y con un juego anidado en la mitad de la cancha, de tránsito pesado no solamente por el estado del terreno de juego sino por la superpoblación de jugadores y la falta de ideas que alcanzaban a casi todos, porque está claro que en eso de asociar a Messi con Dybala lo que falla es que ‘Lío’ no es un jugador adepto a formar sociedades, ya que no lo hace puntualmente en Barcelona con Andrés Iniesta ni, cuando estaba, con el brasileño Neymar, sencillamente porque no lo siente. Y con el cordobés no fue la excepción.
El encuentro se empezó a parecer entonces a anteriores ediciones de eliminatorias en que los empates eran resultados convenientes para ambos, y el de esta noche, a la luz de los resultados que se dieron en otros escenarios, fue más de lo mismo.