Este domingo, Ecuador vive una jornada electoral clave para su futuro. En un escenario cargado de tensiones políticas y sociales, los ciudadanos acudirán a las urnas para definir en segunda vuelta quién será su próximo presidente. Se enfrentan el actual mandatario Daniel Noboa, que busca la reelección, y la candidata progresista Luisa González.
Se trata de una elección reñida y cargada de simbolismo, ya que no solo está en juego quién gobernará el país hasta 2029, sino también dos modelos opuestos de conducción política y económica.
Una contienda marcada por la polarización
El balotaje de este 2025 refleja una profunda división en la sociedad ecuatoriana. Por un lado, Daniel Noboa, empresario de 37 años e integrante de una familia acaudalada, representa una postura de centroderecha que se identifica con el rechazo al “correísmo”, el movimiento político del expresidente Rafael Correa.
Por el otro, Luisa González, de 47 años, abogada y exfuncionaria del gobierno de Correa, encarna la continuidad de ese proyecto progresista. De ganar, se convertiría en la primera mujer en asumir la Presidencia en la historia del país.
“Ecuador llega a esta elección profundamente polarizado”, explica Agustín Burbano de Lara, sociólogo y analista político. En la primera vuelta, ambos candidatos acapararon casi el 90% de los votos, lo que dejó fuera de competencia a otras opciones y consolidó la confrontación entre dos grandes bloques: el correísmo y el anticorreísmo.
Un país dividido y golpeado
A esa grieta política se suma un tercer grupo que también será decisivo en esta segunda vuelta: el de los ciudadanos desencantados. Son personas que no se identifican con ninguno de los dos proyectos, que se sienten defraudadas por los gobiernos anteriores y que, según los analistas, podrían inclinar la balanza con su voto o su abstención.
“El país está dividido entre tres grandes bloques: correístas, anticorreístas y los desesperanzados. Estos últimos, en muchos casos, votarán por quien consideren el ‘menos malo’”, sostiene Nicolás Oliva, del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG).
A este clima de frustración se suma la sensación de estancamiento. “El electorado lleva años votando con resignación. Nadie cree ya que el próximo gobierno cumplirá sus promesas. La percepción es que el país está cada vez peor”, agrega el consultor político Decio Machado.
Desafíos urgentes: violencia, desempleo y economía
El próximo presidente de Ecuador, sea Noboa o González, deberá afrontar una situación crítica. La inseguridad se ha convertido en una de las principales preocupaciones de la ciudadanía. En solo los dos primeros meses de este año se registraron 1.529 homicidios intencionales, la cifra más alta en la historia reciente del país.
Desde enero de 2024, el gobierno de Noboa declaró un “conflicto armado interno” contra el crimen organizado, apuntando especialmente a 22 bandas que, según las autoridades, tienen vínculos con el narcotráfico.
A la violencia se suma una dura situación económica. Ecuador, cuya economía está dolarizada desde el año 2000, atraviesa un periodo de recesión. En 2024 el país vivió una crisis energética y una fuerte caída del consumo. Recién en 2025 se espera una leve recuperación del 2,5%, según estimaciones del Banco Central.
El desempleo, por su parte, afecta al 3,5% de la población activa, aunque se estima que el subempleo y el trabajo informal afectan a una porción mucho mayor de los ecuatorianos.
Una elección muy pareja
La primera vuelta, realizada el pasado 9 de febrero, mostró lo ajustado de la competencia: Noboa se impuso por apenas 16.746 votos. Las encuestas publicadas antes del cierre legal reflejaban una carrera muy pareja, sin un claro favorito.
Ahora, todo parece depender del voto de los indecisos y de quienes se abstuvieron o votaron en blanco o nulo en la primera ronda. “El margen es muy estrecho. Lo que está en disputa es un pequeño porcentaje de votos, pero que puede definir el rumbo del país en los próximos cuatro años”, advierte Machado.
Mientras tanto, Ecuador se enfrenta a su destino con una ciudadanía dividida, escéptica y con una fuerte demanda de cambio y seguridad.
Fuente NA