-A que necesitaban dar un aviso elocuente de lo que se venía. No hay duda de que sus captores lo consideraban muy peligroso, sabiendo que su “red” operativa eran las librerías, galerías de arte y casas de escritores, plásticos y músicos de casi todas las provincias. Eligieron bien a la hora de dar un mensaje a quienes tenían que irse del país.-Al momento de allanar su casa, se lo llevan junto a su esposa, la educadora María Saleme, y varios hijos, uno de los cuales habría estado detenido en un campo clandestino de Córdoba…
– Fue detenido e interrogado junto a su hijo David de 17 años, en La Ribera y La Perla durante alrededor de 24 horas, luego los separaron. Al hijo lo abandonaron camino a Alta Gracia y a Burnichon lo ejecutaron con 7 disparos en la garganta. Por su hija Soledad, que está siguiendo el tema en la Justicia, se sabe que los secuestradores fueron soldados del Tercer Cuerpo de uniforme, y que la causa “Burnichon -secuestro, asesinato y atentado con explosivos-” fue presentada ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por fuera de la causa de La Perla, como es el caso de varios que aún están en proceso de presentación.
-¿Cree que el caso “Burnichon” ha estado sumido en cierto olvido, sin la atención y la difusión suficiente?
– Por supuesto. En el libro hay información y reflexiones de diferentes escritores, plásticos y editores que dan cuenta de lo injusto de ese olvido, especialmente en momentos en que a nivel de país estamos tratando de hacer justicia.
– Gente que lo conoció, enfatiza su condición de humanista y de caminante, ¿qué palabras utilizaría usted para dar el perfil de un hombre entregado a la cultura y a lo fraterno?
– En un poema, y al pensar en por qué lo mataron lo retrato como “un tipo peligroso: de libros llevar”. Y coincido con su mujer, María Saleme: quien lo definió como “un buceador” de la vida y la cultura; “alguien que se daba siempre, sin esperar el vuelto”. Era un hombre ético. En un poema escrito a modo de homenaje, su amigo, el poeta Manuel J. Castilla, lo recuerda como el hombre que iba por todos los pueblos de Argentina dejando la voz de los poetas; versos que llevaban sus “ganas de hacer justicia y de mostrar belleza”.
-Usted también habla de él como “editor-chasqui y golondrina”, ¿fue importante su labor por difundir a los autores del “interior?
-Como vendedor itinerante de libros comerciales, enciclopedias, etcétera, Burnichon recorría todas las provincias. Con las ganancias publicaba en distintas provincias pequeños libros o plaquetas con textos y dibujos de artistas que, siendo del lugar -según su gusto infalible y anticipador- merecían trascender. Priorizaba a quienes nunca habían publicado. Su tarea es clave para entender cómo funcionaba una parte importante de nuestra cultura y de nuestro sistema literario nacional, que en la época en que él actuaba era muy diferente a hoy. Fuera de Buenos Aires y algo en Rosario y Córdoba, en el resto del país no había industria editorial. Entre los muchos nombres editados por el sello “Burnichon” a partir de 1957 figuran los escritores Daniel Moyano, Juan José Hernández, Luis Luchi, Manuel J. Castilla, Juan Gelman, Enrique Wernique, Jacobo Regen, Armando Tejada Gómez; y los pintores y dibujantes: Crist, Carlos Alonso, Roberto Fontanarrosa, Hermenegildo Sabat y Scafatti.
– Su trabajo editorial arrancó en 1957 con “Exhortaciones”, un libro de Ezequiel Martinez Estrada…
– Sí, y libros de Manuel J. Castilla y de Juan J. Hernández. Lo de Martínez Estrada no es casual, Burnichon era su amigo y lo admiraba. Si uno recuerda lo que dice Martínez Estrada en “Exhortaciones” ve que ahí está en gran medida el ideario de Burnichon: sobre todo con respecto a qué es enseñar y aprender, qué es justicia, qué significa ética.