Darío Sztajnszrajber es filósofo, docente y, principalmente, un divulgador del pensamiento que desde 2011 conduce el ciclo Mentira la verdad en el canal Encuentro.
En esta entrevista con Carlos Paz Vivo, aborda la problemática de la violencia en las canchas a partir de los graves hechos ocurridos el fin de semana pasado en el clásico Belgrano – Talleres que terminaron con la vida de Emanuel Balbo. “Más allá de la responsabilidad primaria de los que directamente pelean con Emanuel, lo que espanta es cómo un grito como “es de Talleres” desata el linchamiento colectivo”, afirmó el pensador.
– ¿Cómo se puede analizar un hecho como el que terminó con la vida de Emanuel Balbo en un estadio de fútbol desde una perspectiva del pensamiento?
– Es una de las tantas variables a las que puede derivar el fútbol y me parece interesante pensar si no es una variable cosustancial con el fútbol en sí. Pensar en el medio de este asesinato si no hay un elemento violento que es parte del mundo mismo del fútbol y si se lo puede trabajar. Porque si pensás que ya se rompió algún tipo de pacto y todo va a derivar a la violencia, entonces está todo perdido, en el sentido de que parecería que este tipo de competencia está cristalizando una violencia propia del ser humano que debería estar canalizada por el deporte. El enceguecimiento colectivo es doble, por un lado, la respuesta desatada a esa voz y por otra el dar por cierto esa posibilidad. Nadie quiso ver que eso no era posible, que un hincha del equipo contrario no iba a estar ahí en el medio de la tribuna. Nadie se pudo frenar; al revés, quisieron aprovecharse de esa posverdad y sacar a relucir sus violencias.
– ¿Por qué crees que la violencia se desata de esa manera en el fútbol?
La clave en el fútbol para mí, como en muchos deportes competitivos, es que suprime la violencia, es decir, que gracias a que somos hinchas de fútbol y que nos sentimos representados por esos jugadores que están ahí, dominamos nuestra violencia natural, desplazándola allí hacia esa representación. La cuestión es cuando ese pacto se rompe, cuando la violencia, en vez de contenerse, se desata y circula por el estadio de fútbol, y entonces no tiene sentido la representación ni el rol que cumple.
-En uno de los capítulos de tu programa hacés referencia a Emmanuel Levinás, que habla del otro como una construcción del yo ¿Cómo se aplicaría en este caso?
-El gran problema de la otredad es que ese otro es una construcción que uno hace para su propio despliegue, su propia autoafirmación. El hincha de Belgrano necesita que exista ese otro el hincha de Talleres frente al que desata toda su enemistad y odio. Y en realidad al que tenés del otro lado es uno como vos, una persona que ama, trabaja, va al baño.
– ¿Cómo se llega a construir esa enemistad al punto de pensar que ese otro es alguien que merece ser asesinado?
– Me parece fundamental comenzar a correrse de esa construcción violenta que hacemos del otro y no pasa sólo en el fútbol, lo vemos en la política, en la religión, en el mundo del espectáculo, ese aparato de justificación para reafirmarme en una escala jerárquica como superior a otro.