22 de febrero de 2017; 2:30 horas. Pasó un año de aquella madrugada trágica en la que Villa Carlos Paz se vistiera de luto para lamentar la muerte Franco Amaya. El joven de 18 años que murió a causa de un disparo policial en el marco de un control que la Fuerza estaba realizando en la esquina de Alem y Los Gigantes. Disparo que, por cierto, fue caratulado como un caso más de gatillo fácil, que al día de hoy tiene como responsable al oficial Rodrigo Velardo Bustos, quien espera en la cárcel de Bower el comienzo del juicio.
Se cumplen 365 días de angustia, dolor e impotencia que no concluyen más que en el llanto de una madre desesperada que busca en sus sueños de cada noche, que Franco vuelva, la abrace y le de fuerzas para continuar la vida y la lucha para que finalmente se haga justicia.
Laura Cortéz, la madre, dialogó con Carlos Paz Vivo!, se refirió a la causa y comentó cómo fue “aprender a vivir” sin Franco, en el primer aniversario de su muerte.
La causa
Alejada de los detalles del caso, Laura confía en el doctor Carlos Nayi, abogado que sigue los pormenores de la causa que tiene a Rodrigo Velardo Bustos (25) acusado de autor de homicidio agravado por la calidad de autor y por el uso de arma de fuego en concurso ideal; y al oficial ayudante José Ezequiel Villagra (22) por omisión de los deberes de funcionario público.
“Poco y nada miré de la causa. Tengo los expedientes pero no los leí porque no es fácil. Salen un montón de cosas de mi hijo, por eso trato de evitar leer y dejar que el abogado trabaje. Yo mucho no entiendo, no es mucho lo que puedo aportar y me hace demasiado mal”, expresó la mujer.
Aunque reclamó que en el período transcurrido, nadie de la Policía ni de Seguridad provincial se acercó a brindar su solidaridad y disculpas. “No se comunicó nadie conmigo. Me hubiese gustado que me llamen para decirme que se hacen responsables por lo que hizo el Policía. Y no acuso a todos los policías porque sé que no son todos iguales; fue uno solo el que mató a mi hijo. Pero esperaba que desde el Estado se comuniquen y por lo menos ofrezcan una disculpa, compañía y contención”, lanzó.
Justicia y respeto
Sobre la situación de los imputados y las expectativas del juicio, Laura señaló que desea que ambos efectivos reciban la condena más justa; pese a que consideró que la sentencia “sería sólo un alivio, porque por más que se los condenen a mi hijo no lo voy a poder recuperar”.
Asimismo, recordó las innumerables hipótesis y conjeturas que la gente arriesgó desde el momento que trascendió la muerte del joven; muchas de las cuales justificaban el accionar policial.
“Tenía ganas de salir y gritar un montón de cosas. La gente habla porque es gratis y opinó mucho sin saber, cuando en realidad fue la Policía quien desde el principio intentó cambiar la escena para poder salvarse. Me dio bronca, pero yo sé quien era mi hijo, por eso me tranquilicé”, aseguró.
“Aprender a vivir sin Franco”
Con esas palabras, Laura resumió la forma de vida que a partir de entonces tuvo que, forzosamente, comenzar a transitar junto a Luciano, su otro hijo.
“Tuve que salir a trabajar los pocos días porque de esa forma me distraía un poco más. Pero cuesta mucho; porque mientras el resto de la gente sigue con su vida, a nosotros no nos da más que ganas de salir disparando y encerrarnos a llorar. Aprender a vivir sin Franco, esa es la palabra. Día a día es aprender a vivir. Uno no se puede olvidar de las cosas, porque lo tenemos presente todos los días”, contó.
Y concluyó: “Todavía lo veo que baja en moto y viene a mi casa. Lo siento conmigo. En la desesperación me dan ganas de tenerlo y tocarlo; pero con sólo saber que no lo voy a tener más, le pido que venga a mis sueños me bese y abrace”.
Nota: Juan Alberto Pereyra
Edición: Ornella Bazzano