Los vecinos de San Francisco no salen aún del asombro y del estado de zozobra. Esta semana, al conocerse la noticia de la detención de Sebastián Juárez, el trístemente “célebre asesino de las sierras”, el miedo circuló rápido en el barrio, ya que se confirmaban los rumores de quienes decían que lo habían visto en la despensa, en la calle, o en algún otro lugar del barrio.
En el lapso de 36 horas, entre el 16 y el 17 de enero de 2015, Juárez mató a Graciela Miño, en el balneario Sol y Río de Villa Carlos Paz y a Felipe Salinas, en un campo de Cuesta Blanca.
Una patrulla policial lo interceptó en el camino de las Altas Cumbres, cuando intentaba viajar hacia Mina Clavero, al parecer. Minutos antes había matado a Salinas, un hombre de 70 años, que vivía tranquilo en una zona agreste del sur de Punilla.
Lo que vino después fueron los gritos en la Comisaría y los policías que se encontraron con un reo diferente. Decía que estaba poseído y que era el diablo el que lo obligaba a matar. Estuvo en Bouwer y luego fue trasladado a un centro para pacientes psiquiátricos en el centro de Córdoba. Por su condición, reportada por peritos psiquiátricos, fue sobreseído y considerado inimputable.
En Cruz del Eje
Durante los primeros meses del año pasado circuló un fuerte rumor sobre una posible fuga de Juárez del penal de Cruz del Eje, donde está alojado desde que se confirmó que no podía ser juzgado. Las versiones fueron desmentidas por la Justicia. Este año sucedió.
Según informó el diario La Voz del Interior, en la nota producida por la corresponsal de San Francisco, Laura Ferrero, Juárez estaba en la casa de su madre en una “visita terapéutica”. Y fue su propia madre quien dio aviso a la Policía sobre su desaparición. Juárez debía presentarse el 20 de enero ante las autoridades pero nunca lo hizo.
Finalmente, la Policía lo detuvo y la tranquilidad volvió a San Francisco y también a Carlos Paz y Cuesta Blanca, donde cometió sus feroces crímenes.
La pregunta que se hacen en estas ciudades es si lo que sucedió volverá a pasar.