“La lluvia borra la maldad… y lava todas las heridas de tu alma…” cantaba el flaco Spinetta en aquel bello tema “Quedándote o yéndote”. Y si bien seguramente no estaba pensando en nuestro lago San Roque, la poesía se adapta plenamente a la situación actual de nuestro espejo de agua.
Y es que desde tiempos inmemoriales todos pretendemos que nuestro lago se vea cada vez más bello, pero en los hechos, sólo la lluvia es la que consigue mejorar al menos su imagen. Mientras tanto, todos nosotros no hacemos más que empeorarla año tras año.
Este año en particular, el abandono parece ser peor al de otros anteriores.
El pasto, que crece cuando el lago baja su caudal, no fue cortado en su momento y el yuyal ahora queda inmerso a medias en el agua. Seguramente, en pocos días la humedad hará que éste se pudra, emita feos olores y contamine aún mas el lecho del embalse.
En sus orillas, además de la maleza sin cortar, se suman escombros de todo tipo, algunos ubicados en pleno centro y que incluso están allí desde antes que se inaugure el majestuoso Puente del Centenario.
Siempre me pregunté ¿Cómo puede ser que no lo vean? Está ahí.. a metros de la obra que tan orgullosos muestran al país y al mundo y desde arriba de ella se observan aún mejor los desechos abandonados en las costas. O incluso la pared llena de plantas sin cortar entre ambos puentes.
Es raro… es cuestión sólo de observar… de darse cuenta que magia no va a suceder y que si el lago está peor, es culpa de quienes lo ensuciamos y de quienes tienen la responsabilidad de limpiar y mantener.
Me llamó la atención particularmente ver gente acampando en la zona de Playa Esmeralda, y al costado del Puente Uruguay, al lado de la central del CEP/DUAR, frazadas, latas, basura y hasta una parrilla de alguien que seguramente pasa la noche allí.
El lago sube, sube como puede en este año tan seco. Quizás pronto la lluvia haga lo suyo y borre toda la maldad y lave todas las heridas del pobre San Roque, pero el abandono seguirá estando ahí abajo.