Por Fernando Agüero. La catarata de nuevas acepciones a viejos conceptos que trajo aparejada la pandemia de coronavirus no debe tener muchos antecedentes en la historia. Y menos si se tienen en cuenta los insondables alcances de términos y formas de decir en la era de las redes sociales.
Hay preguntas y frases hechas tales como: “cuando todo esto se termine”, “¿cómo la llevás?”, “nos vemos por Zoom”, “cuarentena”, “protocolo”, “fase”. Pero la que más llama la atención es esa de la “nueva normalidad”.
Tras más de cien días de aislamiento, la idea de lo que antes era normal, ahora ya no lo es y tampoco sabremos cómo será en el futuro. Es cierto que cuando se habla de normalidad el planteo tiene más que ver con lo que se refiere al contacto social existente hasta el día antes de la cuarentena. No se trata de si “eso que vivíamos” era normal en materia de justicia, igualdad y otros conceptos que se plantean en esferas políticas, filosóficas, psicológicas, sociológicas y demás.
La frase “no hay nada nuevo bajo el sol” expresa, quizás, aquello que se puede observar en nuestras sociedades en cuanto a comportamientos, formas de ver la realidad y expectativas individuales en torno a un hecho histórico que afecta a toda la humanidad al mismo tiempo y en vivo y directo para cualquier espectador.
Cuarentena para todos o para nadie
Hay que decir que la la grieta argentina sobre la cuarentena no es solamente nuestra. Se expande en el planeta, en cada país, tanto en aquellos cuyos gobernantes se decidieron por hacerla más o menos estricta u optaron por dejar que el virus ataque sin suspender actividades.
Así, muchos anticuarentena de Argentina miran con agrado la opción uruguaya de un aislamiento programado y ocultan de su mirada lo sucedido en Brasil o en Chile.
Y los procuarentena se esmeran por mostrar cuadros comparativos con los “logros” del aislamiento en nuestro país en contraste con la lo que sucede en otras latitudes en donde el virus atacó más rápido y con más dureza en momentos en que los sistemas sanitarios no estaban preparados para tanta demanda de respiradores y camas de Terapia Intensiva.
Lo cierto es que la grieta siempre está y no es nuestra. No tenemos esa exclusividad mal que nos pese.
Y esa ansiada nueva normalidad no será otra cosa que adaptarnos a otras formas de convivir y relacionarnos, a hacer más fuerte esa idea de que el cambio comienza con uno y que soy yo el que trasgrede límites impuestos por el conjunto social estoy perjudicando a otros y más a los que tengo cerca.