Durante más de dos largos años viví en aislamiento. Total en algunos momentos y parcial en otros, período que duró el tratamiento de leucemia de mi hija Liz, que gracias a Dios y a todo el amor del mundo ahora está bien, su médula en remisión, y así seguirá estando si el de arriba lo permite. Eso fue, sin lugar a dudas, el mayor logro de mi vida.
Una de las convicciones que se fortalecieron a lo largo de todo el proceso experimentado por mí, es que las personas podemos cambiar, y si tenemos la férrea voluntad de hacerlo, y el coraje de encontrarnos con nuestras propias sombras, podemos ver la luz, podemos mejorar y ser una mejor versión de nosotros mismos. Pero es vital tener la idea, el deseo, la voluntad que motive el cambio, la transformación. Porque también es cierto que podemos estar toda una vida encerrados pero si nos inunda una visión pesimista de nosotros mismos, y vivimos en un eterno resentimiento por la condición humana, no es posible ningún cambio. Claro está, lamentablemente seguiremos siendo los mismos, o más oscuros aún.
Por estos días leí en redes sociales posteos de lo más pesimistas, criticándolo todo. Que no vamos cambiar en cuarentena, que seguiremos siendo la misma escoria, que todo va a seguir igual. Para esas personas no hay posibilidad de un mundo mejor. Para ellos no hay forma que aprendamos, al menos un poco. A ellos les digo que si existe la voluntad de mutar, el cambio siempre es posible, en encierro, o en libertad.
Cuando tocamos fondo, los más resilientes trataremos de reinventarnos para seguir adelante, los otros continuarán en la comodidad lúgubre de sus hogares, o en la imposibilidad irreversible de su desdicha (por estos últimos siento conmiseración) haciendo crecer el resentimiento en su interior. Es pura elección en muchos casos, aunque no en todos, claro está.
Los haters, o los odiantes se paran desde su púlpito a decretar y determinar lo que está bien o lo que está mal. Quien sabe más de esto o de lo otro, quien puede hablar de tal o cual tema y de qué manera ¡Quien debería hablar más de tal o cual cosa! Pero no se ven a sí mismos, se regodean en la mediocridad, lanzando a la atmósfera cibernética las sentencias de Catón, sintiéndose los dueños de la verdad, de la “verdad absoluta”.
“El coronel no tiene quien le escriba”, y en ese inmensa soledad destila su odio. Pero a esos que se encuentran tan tristes les digo: “Siempre se puede salir adelante, insisto: solo es cuestión de proponérselo”.
También les digo que el mundo cambió, que las etiquetas ya no sirven porque no permiten crecer y evolucionar, que todo va mutando, se va modificando y que ser flexibles, respetuosos y siempre honestos intelectual y humanamente, es lo que suma.
Los que crean que el mundo puede mejorar, celebrarán este escrito y los que no, se comerán las uñas teniendo que leer una osadía más de esta mamá, amiga, hija, hermana, periodista, Lic. en Comunicación Social por la UNC y Técnica Superior en Cine y Televisión, que siempre, siempre, se anima a más.