Por Santiago Berioli. Repasando algunas de las numerosas películas de catástrofe más famosas que nos ha regalado Hollywood a lo largo de su historia (ya sé que hay cine en otras latitudes pero ha sido el yanqui el que enarboló el género con mayor enjundia), nos encontramos de la más variada de las posibilidades.
En cada una de esas películas, la raza humana se ve amenazada por: ovnis, extraños seres provenientes de otros planetas con voraz apetito por la carne humana, asteroides que se abalanzan sobre nuestro planeta con destino fatal, fenómenos naturales inmensos con capacidad de destrozar todo lo que conocemos y los desastres nucleares bélicos o por accidentes como Chernobil, que por ambición o negligencia estatal tienen la posibilidad de generar el cáos total.
Incluso se han hecho películas apocalípticas sobre el fin de los combustibles o de la energía, futuros distópicos donde todo vale, tipo Mad Max.
También se han hecho algunas por virus o bacterias, pero ahí es donde queríamos llegar: la sensación que nos genera estar aislados por el Covid-19 es otra.
Si bien se trata de un virus, como en la serie Pandemia o en las películas Epidemia, o The Flu; con algunas semanas de experiencia en esta vida de aislamiento social, lo que nos da la sensación es que no combatimos contra el virus, la percepción es que estamos a la merced del ser más peligroso y caprichoso del planeta: nosotros mismos.
El ser humano es el enemigo al que nos enfrentamos hoy, en todas sus formas: Yo, tu, él, nosotros, ellos. Nuestras ganas de sociabilizar, nuestra necesidad de recorrer o correr, de comprar, en definitiva son esas las cosas que nos matan. Y es por eso que no sabemos dónde está la amenaza.
Es el virus, claro. Pero: ¿Quién le da piernas a ese virus? ¿Quién le da medio de transporte? ¿Quién lo hace llegar hasta la puerta de mi casa o lo deposita en mis manos? No lo sabemos.
Seguramente dirán, bueno pero en las películas de guerra también el enemigo es el hombre. Pero no. El enemigo es un país, una ambición, un negocio. Es visible. Es palpable, lo identifico.
En ese sentido, parece que muchos no entendieron o no quieren entender que tenemos una línea muy clara en la cual pararnos, ponernos de este lado, el de la de la responsabilidad, trabajar todos nuestros deseos y nuestra inquietud de ser seres sociales y libres, para protegernos y proteger a los demás, o: ser el enemigo.
Las leyes restrictivas que impuso el estado y a las que nos entregamos la mayoría de los seres cívicos y sociales, tienen una razón: cuidarnos.
No es tan difícil elegir el rol que tenemos que tener en esta película.