Por Lucas Durán. Lo recuerdo como si fuera ayer. Creo que va a ser uno de esos días que va a quedar en mi memoria para siempre, como cuando fallecieron mis abuelos, o como cuando me enteré que iba a ser papá, o como cuando entré por primera vez en la Casa Radical. Sabíamos desde hacía tiempo que iba a pasar. Que el viejo estaba muy enfermo y que tenía que ocupar el lugar que le corresponde en la historia grande de nuestro país. Pero nadie se imaginó ese día.
Estaba en la que entonces era mi casa, durante los últimos días se escuchaban los rumores de que don Raúl estaba grave, mostraban imágenes de gente esperando la vigilia del momento, hasta que la información llegó. Ese 31 de marzo, cerca de las 20.30, Raúl Ricardo Alfonsín pasó a ser una leyenda.
Empezamos a llamarnos por teléfono entre los amigos, para coordinar ir a darle el último cántico y aplauso a uno de los tipos que marco la vida de todos aquellos que hacemos política. Pero el llamado que me marcó más, fue el de mi viejo, un militante político que nunca fue ni se creyó dirigente, que siempre estuvo en la trinchera. Me preguntó dónde estaba, le contesté y en 5 minutos estaba en mi casa. Me abrazó y me dijo: “¿Qué será de la política de este país ahora?”.
Es que Raúl era eso. No solo el padre de la democracia, era la guía de nuestros ideales, era el que apoyaba a los jóvenes (previo a retarnos un poco), era el guardián de nuestro perfil socialdemócrata, era el analista de la política internacional desde una perspectiva distinta, ponderando la autodeterminación de los pueblos. En síntesis, era indispensable para la UCR y para el país.
Pero como todo, el ciclo de la vida llegó, y nos dejó en ese largo camino que significa día a día honrar la memoria de nuestro Presidente, tomando como guía su vida, sus ideas, sus frases, pero principalmente su forma de comportarse en todos sus años de política. Honestos e humildes, dando todo en la vida por el prójimo y la vocación de servicio, siguiendo las ideas y no a los hombres, pero principalmente siendo coherentes con nuestra forma de ser en la vida cotidiana y en nuestra vida política.
Parece mentira que ya pasaron 10 años, parece mentira que no esté más, parece mentira que sigamos cometiendo los errores como sociedad que él mismo (desde su humildad) nos pidió que corrijamos y seguimos tropezando con la misma piedra. Tendríamos que escucharlo un poco más, principalmente cuando nos pide que, a pesar de traer todas las banderas partidarias bien alto, la más importante es la celeste y blanca de nuestro país, y sería bueno, que bajemos un poquito nuestras banderas, para que en lo más alto ondee la bandera Argentina.
(*) Lucas Durán es abogado, dirigente de la UCR de Villa Carlos Paz.