El mes de junio, este año, tiene un significado muy especial, no solo para la Universidad Nacional de Córdoba y el resto de la comunidad universitaria de todos los países ( de Latinoamérica y también del mundo) sino para nuestro mundo de la cultura y el conocimiento, tan descalificado en estos últimos tiempos.
Sucede que se cumplen cien años de la Reforma Universitaria que desde Córdoba consiguió que, democráticamente, cualquier hijo de vecino pudiese acceder a los estudios superiores de manera libre y gratuita.
Aunque pocos lo crean, gente que vivió entre nosotros -más precisamente en la Villa Independencia que hoy es un barrio de Carlos Paz- tuvo un protagonismo central en este hecho revolucionario, profundamente comprometido con lo social, y que cambiaría para siempre el derecho a la educación. En efecto, un médico santiagueño sencillo y solidario que tuvo su segundo hogar en “Villa Pozo”, y con cuyo nombre se bautizó a nuestro Hospital Municipal, fue uno de los hacedores centrales de la Reforma.
Junto a nuestra gratitud, van algunos testimonios de sus días entre nosotros.
En consonancia con los acontecimientos que vivían el país y el mundo, en junio de 1918 la juventud universitaria de Córdoba inició un movimiento por la genuina democratización de la enseñanza, que cosechó rápidamente la adhesión de todo el continente.
La utopía universitaria del ’18 se anticipó medio siglo al “Mayo Francés” y extendió su influencia a todas las universidades argentinas y latinoamericanas.
Las reivindicaciones reformistas bregaban por la renovación de las estructuras y objetivos de las universidades, la implementación de nuevas metodologías de estudio y enseñanza, el razonamiento científico frente al dogmatismo, la libre expresión del pensamiento, el compromiso con la realidad social y la participación del claustro estudiantil en el gobierno universitario.
Las bases programáticas que estableció la Reforma fueron:
Cogobierno estudiantil
Autonomía universitaria
Docencia libre
Libertad de cátedra
Concursos con jurados con participación estudiantil
Investigación como función de la universidad
Extensión universitaria y compromiso con la sociedad
Cronología de hechos
– En marzo del 18, los estudiantes comenzaron el año con protestas. Se organiza el Comité Pro – Reforma presidido por Ernesto Garzón, Horacio Valdéz y Gumersindo Sayago. Tras decretar una huelga en apoyo a sus proyectos, el Consejo Superior decide “no tomar en cuenta ninguna solicitud estudiantil”. el Rector cerró las puertas de la Universidad.
– El 11 de abril se conforma la Federación Universitaria Argentina (FUA), presidida por Osvaldo Loudet. Ante la gravedad de los sucesos que se producían en Córdoba, y luego de recibir a los dirigentes estudiantiles, el presidente Irigoyen decreta la intervención de la Universidad y designa al Dr. Nicolás Matienzo para ejercerla.. La lucha estudiantil estaba legitimada por el apoyo del ex gobernador de la Provincia, Ramón J. Cárcano, y algunas personalidades como Deodoro Roca, Enrique Martínez Paz, Arturo Orgaz, Joaquín V. González.
– La nueva Asamblea Universitaria constituida por la totalidad de profesores titulares y suplentes fue convocada para el 31 de mayo. Durante ese mes se eligieron democráticamente los decanos de las tres facultades que entonces existían (Derecho, Medicina y Ciencias Exactas). Triunfan de forma avasalladora los partidos de la Reforma. Belisario Caraffa fue proclamado vicerrector y se trasladó para el 15 de junio la elección del rector. Estos antecedentes indicaban que ese día el Dr. Enrique María Paz, abanderado de la reforma, sería consagrado rector. Sorpresivamente y olvidando el compromiso adquirido ante los estudiantes, la Asamblea de Consejeros elige rector al Dr. Antonio Nores, candidato de la asociación clerical “Corda Frates” , congregación de caballeros católicos, muy unidos por lazos de amistad y parentesco. Los estudiantes, envueltos por un sentimiento de traición, irrumpieron en el salón, lo desalojaron e impidieron la consumación del acto. Sobre el mismo pupitre rectoral redactaron la declaración de una nueva huelga. Surgieron entonces dos entidades de programas opuestos: la Federación Universitaria presidida por Enrique Barros, y el Comité Pro Defensa encabezado por Carlos Artaza Rodríguez.
– El 17 de junio, Nores asume el rectorado. Se registran otros hechos de violencia. La FUC reclama su renuncia al tiempo que difunde el Manifiesto a los Hombres Libres de Sud América, redactado por Deodoro Roca, al que suscriben varios reformistas. Los estudiantes de todo el país y los obreros se pliegan a la huelga.
– El 21 de junio es proclamado el Manifiesto Liminar. Redactado por Deodoro Roca y adoptado como documento programático por la Federación Universitaria de Córdoba. Constituyó la base de la reforma universitaria argentina. Su difusión e influencia se extendió rápidamente el resto de Latinoamérica constituyendo la base de todos los movimientos reformistas posteriores.
– El Primer Congreso Nacional de Estudiantes, convocado por la FUA, inicia el 21 de julio sus sesiones en Córdoba proclamando la necesidad de autonomía, gobierno tripartito paritario, asistencia libre, régimen de concursos y periodicidad de la cátedra, entre otras demandas. Ante la ingobernable situación, Nores renuncia al rectorado acompañado por numerosos profesores. Muchos reformistas ingresaron a la docencia, entre ellos Arturo Capdevila, Deodoro Roca, Arturo y Raúl Orgaz.
– Se reforman los estatutos de la UBA y se declara la libre asistencia a clases y la representación de los estudiantes al Consejo.
Gumersindo Sayago entre nosotros
Como vecino de Villa Independencia, nadie mejor para recordarlo que Rafael “Fayelo” De Simone, (fallecido no hace mucho, y a quien homenajeamos en este rescate histórico) . Él gozó, de jovencito, de la amistad del ilustre hombre de ciencia.
Con “Fayelo” De Simone mantuve una charla en el otoño del 2006. Lo que sigue es un resumen de ese encuentro:
“El doctor Gumersindo Sayago, fue uno de los pioneros de la Villa desde 1930. Personaje ilustre, famoso y prestigioso médico cirujano, especialista en tisiología, o sea la enfermedad de la tuberculosis pulmonar. Nació en Santiago del Estero, descendiente de aborígenes. Se recibió de médico en la Universidad Nacional de Córdoba, y ya médico famoso, construye su casa chalet en Villa Independencia, alrededor del año 1930, con fondo al río San Antonio en un predio de 80 metros de frente por 50 de fondo.
Amaba la naturaleza, no faltando nunca en su casa plantas frutales y flores. Sus preferidas eran las arvejillas, y todo el trazo de la entrada estaba bordeado de estas flores de todos los colores. Casado con Doña Susana Gómez, cordobesa, juntos tuvieron 3 hijos: Susana, Chuly y Charles. Toda la familia amaba y disfrutaba de este hermoso lugar, y con el tiempo nació un profunda amistad con mi familia. Su deporte favorito era la equitación, teniendo cada cual su propio caballo. Tauro era un gateado del doctor Sayago, un alazán (rubio) era de Charles y un bayo (cabrito) de Chuly.
La familia pasaba todo el verano en la Villa, y en las demás épocas del año, sábados y domingos salían a cabalgar. Cabalgatas en las que estabamos incluídos, siempre, con mi hermano Monchi, por supuesto con nuestros caballos. Un lugar predilecto era el por entonces paraje que ahora es Cuesta Blanca; ahí vivía don Evaristo Molina, padre del casero, que previo aviso -pues llegábamos a ser 20- nos esperaba con cabritos o corderos al asador. Todo trancurría muy bien, hasta que toda la familia sufrió un accidente, con un auto de frente, cuando se trasladaban a Santiago del Estero. Todos resultaron con heridas graves y hubo que lamentar la muerte del chofer, llamado Pedro.
Pasa el tiempo y Charles, mimado de su padre (con institutriz, profesor de inglés, de alemán, etcétera ) termina el secundario. Su madre lo hace inscribir en la facultad de medicina de Buenos Aires, para que no se respaldara en el prestigio del padre. A partir de ahí, recuerdo que el doctor Sayago, siempre viajaba a presenciar los exámenes de Charles.
Acontece que un día Charles viene de paseo desde Buenos Aires y le pide al casero que le prepare el caballo Moro, previa advertencia de que el animal había estado suelto en estado cerril. El hecho es que ensillan, Charles monta y a dos cuadras de su casa el caballo se encabrita y lo despide, lo voltea, golpeando la cabeza contra el suelo de tal forma que inmediatamente entró en coma. Así estuvo alrededor de 17 horas, falleciendo a las tres de la madrugada del día siguiente; pese a ser convocados los doctores Albarenque de Córdoba y Babini de Rosario, famosos profesores de neurología. Esto que sucedió lo marcó profundamente al doctor Sayago. Anteriormente, el fallecimiento de su hija mayor Susana, provocó que el doctor no pudiera superar tantas desgracias. Al poco tiempo falleció.
Quedó así su imborrable recuerdo, para todos los jefes de familia, a quienes conocía y visitaba: Don Celestino Quinteros, Felipe Bracamonte, Ramón Aspitia, Roque Aspitia, Federico Moreno, Cornelio Reartes y otros. En aquel entonces en el pueblito de Carlos Paz, era muy amigo de los hermanos Clemente y Adolfo Carena, dueños del hotel del mismo nombre, hoy Palacio Municipal. Como el hotel Carena era uno de los pocos que tenía pileta, yo solía ir los sábados con mi hermano Monchi, y con la invitación antes de retirarnos a comer un sandwich especial de jamón.
En oportunidad de que a un chico vecino, de familia muy pobre, le dio un vómito de sangre imprevistamente, a lo que siguieron otros, se llamó urgente al doctor Eugenio Conde (padre), quien le practicó un neumotorax parando la hemorragia de pulmón. Su recuperación duró 4 años, internado en el hospital Tránsito Cáceres. El chico Britos -así se llamaba-, estaba orgulloso diciendo que lo atendían y visitaban el doctor Sayago y el doctor Conde..
Así se veía la solidaridad que tenían los médicos de la época, aunque el enfermo no tenía medios. Por eso considero acertado, que al primer hospital de la zona se llame Gumersindo Sayago.
Por entonces mi padre era uno de los socios que lotearon Mayu Sumaj, al terminar los planos del loteo, le pide al doctor Sayago, que dominaba el quechua, que lo acompañara al lugar, al llegar el doctor exclamó “Qué hermoso lugar!!!!!: a esto le corresponde que se llame Mayu Sumaj (Rio Lindo)”.
En tren de referir algunas otras anécdotas, como para que quien hoy lea esto pueda tener una imagen aproximada sobre este gran hombre, puedo recordar lo siguiente.
En ocasión de que el doctor Sayago había invitado a comer un asado a su casa a varios médicos que participaban, junto con él, en un Congreso de su especialidad (de las enfermedades de las vías respiratorias) y en el cual participaban muchos extranjeros renombrados, yo venía de a caballo por la orilla del Río San Antonio y me lo encuentro al doctor. Estaba solo, recostado y ni bien me reconoció y después de saludarme , me preguntó si andaba con prisa. Le dije que no, a lo que él me dijo, bueno, quédate conmigo así conversamos un rato. Ahí nomás le pregunto qué estaba haciendo ahí, teniendo tantos invitados ilustres de distintos países y él me dice: “Mirá Fayelo, estoy tomando distancia, aunque sea un rato, pues llevo varios días de trajín con el Congreso y esto: el paisaje y el murmullo del río, me dan una tregua”. Y yo le digo: “¿Entonces le estoy perturbando su bocanada de oxígeno?”. Y me dice: “No, esto es distinto, con vos hablamos de cosas que me gustan, que tienen que ver con la naturaleza, los caballos, los pájaros, etcétera..”
En esa ocasión aproveché para preguntarle, teniendo en cuenta su gran prestigio internacional (que estaba a la par de otras personalidades, como el doctor Villafañe Lastra y el doctor Hurtado ) cómo veía él que nos consideraban, en tanto país, según lo que se decía en los medios internacionales. El me respondió diciéndome que había países en los cuales, indiscutiblemente gracias al apoyo económico que le brindaban para la investigación, compra de elementos, etcétera, nos llevaban ventaja, pero en cuanto a clínica médica nosotros estábamos muy bien.
Otra anécdota. En aquella época, en la farmacia “San Carlos” de Lorenzo Conde (actual 9 de Julio esq. Montevideo), como siempre lo hacían, se reunieron a charlar el doctor Eugenio Conde, mi padre, Ramón De Simone, Mena Giménez y Domingo Guzmán Escuti. A estas tertulias sabía asistir el doctor Silvio Bonardi, ex secretario del presidente Hipólito Yrigoyen y que se domiciliaba temporariamente en Villa del Lago, en razón de que se trataba en Córdoba con el doctor Sayago. El doctor Bonardi comentaba que Sayago no hacía ninguna atención especial por pacientes de renombre en cuento a los turnos. A él le tocaban largas esperas y eso lo fastidiaba mucho.
Resulta que un día en el grupo se enteran, por noticias del diario, que había salido una vacuna contra la tuberculosis de un tal “doctor Pueyo”, que aparentemente sería la solución para el problema. Cuando llega y se integra al grupo el doctor Bonardi le dan las nuevas buenas. Este, entusiasmado exclama: “Dios quiera que esto sea finalmente la solución para la humanidad”. Y -por otra parte- me gustaría de una vez por todas ver al doctor Sayago llevando ladrillos en una carretilla, en vez de hacernos sufrir las amansadoras de siempre ”
Les cuento, además, que mi padre tenía en aquella época la Hostería “De Simone”, ubicada a unos pocos metros de la casa del doctor. Como ya dije, existía una gran amistad con nosotros, por lo que frecuentemente venía a almorzar con su señora esposa y a charlar. En aquel tiempo también se hospedaba en nuestra Hostería un periodista del diario “Clarín”, de nombre Raúl F. Panzcuzi. El hecho es que este periodista se encuentra con el doctor Sayago y conversan largamente. Al otro día Panzcuzi nos comenta que, estando destacado para hacer un trabajo en Florencia (Italia) al hablar del doctor Sayago un colega le comenta que se trata de alguien muy conocido. También dejó trascender que había sido convocado nada menos que por Adolfo Hitler -junto con otros dos médicos- para consultarlo por una dolencia que lo aquejaba”.