Hablar de imagen estética parece un tema superficial y en cierto sentido lo es, pues la estética es aquello que se ve en la superficie. En tiempos donde la tecnología se ha puesto al servicio del narcisismo con las famosas “selfies” o autorretratos publicados a través de redes sociales, la belleza física ha adquirido otra dimensión… la del surrealismo o la de la expresión de deseo materializada en una imagen. Pero detrás de este fenómeno se esconde un aspecto tan polémico como beneficioso.
Verse bien, estética y físicamente, ha sido muchas veces subestimado por considerarlo un tema superficial. Sin embargo creo que puede ser una de las claves para sentirse auténticamente bien. Pues aquí se plantea el dilema de que es primero, el huevo o la gallina, ya que la cuestión es si debemos vernos bien para sentirnos bien o viceversa. Vivimos en una época donde la trascendencia del ser humano es un propósito que define la vida de muchas personas, convertido en ocasiones en una interminable búsqueda interior y de autoconocimiento. Complementario a la cuestión meramente espiritual o del Ser, están la biología, la neurociencia y la psicología humana, que echan luz sobre cuestiones tan banales (y no tanto) como la imagen estética, la belleza exterior y el bienestar físico.
Hoy en día en tiempos de teléfonos inteligentes o smartphones un simple clic lo puede cambiar todo, y más aún, puede evidenciar realmente cómo estamos, pero no exteriormente sino internamente. Aquí es cuando “verse bien” adquiere un sentido mucho más profundo que interactúa con aspectos cerebrales determinantes en el modo de definirse como un ser exitoso o fracasado.
Cuando uno se anota en un gimnasio y al poco de comenzar abandona, no suele ser una cuestión de gusto o fatiga, sino más bien de autoestima. Sí, aquel que se quiere y estima de verdad va a procurar trabajar sobre su aspecto, sobre su imagen, sobre su estética, ya que su deseo de verse bien supera las barreras del narcisismo y lo empodera para alcanzar en forma exitosa sus propósitos y metas en la vida personal, profesional y social. Cuidar el envase por el que nos movemos en la vida, y a través del cual los otros nos reconocen, es tan importante como el contenido, sino no podemos trascender, tocar la vida de alguien, inspirarnos e inspirar a otros. Dejarse estar escudándose en las obligaciones del día a día, el trabajo, los problemas económicos, los hijos, los padres, la agenda social abarrotada de compromisos, son excusas que suenan muy lindo para esconder un problema real y concreto de baja autoestima. Y si sumamos el tabú de que muchas personas grandes y no tanto consideran que hacer terapia o ir al psicólogo es para los locos, el círculo del auto convencimiento de que las cosas son así y así se quedan se vuelve vicioso.
Hemos naturalizado comportamientos y condiciones físicas que nada tienen que ver con la biología y psicología de los seres humanos, como el envejecimiento y la deformación estética a lo largo de los años… ¡Mentiras! Verse bien no es una cuestión de los 20 o los 30, verse bien es para toda la vida. Quien se ve bien siente una energía casi repelente que contagia y genera un clima de éxito allí donde su presencia se note. Y los recursos hoy en día están al alcance de la mano, incluso algunos muy polémicos como las imágenes retocadas con el programa Photoshop o con un filtro de belleza nivel 10. Pero ese es un buen comienzo: sacarse una foto que nos muestre joviales, sin arrugas y con un rostro radiante.
Aunque sea surrealista o parte de una imaginación, entre esto y la realidad está la autoestima detrás. Cuando miramos una selfie que nos gusta eso pone en marcha mecanismos neurológicos complejos que alientan un estado de bienestar real a través de la segregación de hormonas asociadas a la felicidad. ¿Con eso alcanza? Claro que no, pero es importante comprender que por un lado debemos comenzar a romper el círculo vicioso de la dejadez. A medida que comprendamos que la estética es una cuestión de autoestima y crecimiento personal, tenderemos a hacer cosas por nosotros mismos que demuestren cuánto nos queremos de verdad… comer más sano, mover el cuerpo, meditar, beber agua, respirar de forma pausada y consciente, disfrutar de la naturaleza, no discutir, evitar juzgar, comprender a los demás, etc.
El resultado final de una vida con alta autoestima es una sensación de bienestar alentada por la vitalidad de nuestro organismo y la radiante imagen de nuestra estética corporal. Y llegará el momento en que antes de sacarnos una foto, procuraremos bajar el nivel de belleza del teléfono a 0, pues no lo necesitaremos más.