Francisco Nieto decidió emigrar junto a su familia a España hace 8 años. Se radicó en Alfalfar, una población ubicada a pocos kilómetros de la ciudad de Valencia y uno de los pueblos arrasados por la “riada” que causó muerte y destrucción a su paso.

Francisco es mecánico y después de trabajar en el taller de su familia en Carlos Paz quiso probar suerte en el Viejo Continente. Poco a poco y tras pasar por varias empresas junto el dinero suficiente para abrir su propio taller.

La semana pasada, en un día que parecía normal, todo cambió de golpe y se transformó en una tragedia sin precedentes.  “Durante todo el día el Gobierno emitió alertas rojas por tormentas pero en la zona no llovió nunca, hacía mucho calor y se veían nubes a lo lejos como que estaba cayendo algo fuerte”, cuenta Francisco que agrega: “Un señor mayor que vive en un deparamento del edificio en el que está mi taller me dijo que el calor que hacía no iba a dejar nada bueno. Y eso me quedó grabado en la cabeza”.

La tarde fue pasando y a eso de los 7 de la tarde, el carlospacense notó que comenzaba a pasar un poco de agua por las calles. “Estaba con un amigo y vimos que los autos empezaron a pasar fuerte por la calle y por eso decidí cerrar el portón y quedarme adentro del taller a terminar lo que me faltaba porque se formaban olas”, relata y agrega: “Cuando vi que iba subiendo el agua y con la experiencia de las crecientes que tenemos en Carlos Paz me dije que esto no iba a terminar en nada bueno, como me había dicho el vecino”.

“Agarré la un par de cositas que metí en la mochila y me fui a casa caminando. Cerré el portón del taller sin echarle llave y me fui caminando pero al poco tiempo tenía el agua en la cintura y hasta por momentos tuve miedo de que me arrastrara. En mi casa estaban mis hijos de 10 y 15 años y eso me preocupaba porque me estaban esperando”, detallar Francisco.

El mecánico aseguró que al poco de llegar a su hogar, se cortó la luz y desde el tercer piso de su edificio vio cómo el lugar por el que había llegado se transformaba en un río de 3 metros en el que se arrastraba autos, personas, muebles, de todo.

Y relató que comió con sus hijos dándose luz con los teléfonos celulares y logró que se durmieran temprano. Lo que vio después, desde su terraza no lo olvidará jamás.

“Por suerte, mis hijos no vivieron el desastre que vino después hasta la 1.30 de la mañana. Fue un sin cesar de pasar agua, pasar agua y pasar agua. Veía pasar un auto, veía pasar agua con gente, con la misma fuerza con que vienen las crecientes en Carlos Paz pero con gente, ríos de 10 o 12 metros de ancho y tres metros de alto”, indica Francisco.

Un héroe desconocido

Cuando bajó el agua, decidió ir hasta el taller, sacó un martillo y empezó a romper parabrisas y ventanas de autos atascados para que sus ocupantes pudieran salir y salvarse de morir ahogados. Y salvó a muchas personas. Y pudo ver que otras no salían de los vehículos porque ya habían muerto.  Lo mismo hizo en algunos edificios.

“Los vidrios no se podían abrir porque estaban embalsados , entonces no había capacidad de ninguna fuerza para poder abrir esas puertas, si no salía la rompiendo vidrios de la puerta de los portales para que la gente pudiera empezar a movilizarse”, relata.

La bronca de la gente

Para Francisco, la bronca de la gente ante la falta de reacción del Gobierno es entendible. “Es que hay mucho mucha parte de razón en la tristeza y la bronca contra el Gobierno es por la falta de alertas. Estuvimos recibiendo todo el día alertas de tormentas que no llegaron y ninguna alerta de crecientes”, dice.

Por otro lado, asegura que la cantidad de víctimas fatales no se va a conocer hasta dentro de un tiempo. Y apuntó que los medios españoles todavía siguen hablando de 216 muertos cuando son muchos más.

Por otro lado, manifestó que la solidaridad de la gente es impresionante. “Se vienen caminando de 12 kilómetros con una escobita y una pala para por lo menos mover un poco de barro y sentir de que colaboraron algo”; dice.

Francisco dice que le costó empezar a hablar de lo que pasó en el pueblo que eligió como lugar para vivir. Perdió a dos amigos en la ríada y todavía no puede entenderlo. Y agradece poder abrazar y besar a sus dos hijos.