#PhoTortul 3230
“En el nombre del padre”
Calle Tobas – Costa Azul – #VCP
Julio de 2024

Don Diego Horten apoya su mano izquierda en el libro que co escribió con Guillermo Regnier y que cuenta la increíble historia de su padre: Reimar Horten, digna de Netflix (daría para unas 10 temporadas), mientras en la derecha, aún tiene la lapicera con la que me lo dedicó.

“Tenés que leerlo y luego hacemos la entrevista que me pediste”, me dice, me sugiere, ¿me ordena?, con una amabibildad llena de firmeza teutona.

Obvio que lo leeré, y lo haré con mi T.O.C. a cuestas: a razón de un capítulo por día.

Dejemos de lado entonces, el libro de Su Padre, nacido a principios del Siglo XX en Alemania y que llegó a la Argentina de Perón, en la posguerra, con una maleta con tres o cuatro cosas, su inseparable regla de cálculo y miles de ideas en su mente inquieta y superdotada.

Eso queda para el mes que viene, cuando temine el libro.

Me concentro en este Hombre de ojos claros, cabeza firme y cuerpo poderoso que nos bate café a mi amigo Gerardo ‘Colo’ Vaccarone (quizas el tipo que más sepa de historia del Siglo XX en la Villa) y a mí.

Me citó la semana pasada para el miércoles 3 de julio a las 16:30hs. y me pasó la dirección como se hacía antes, calle y altura… y luego el mapita de geolocalización como se hace ahora. El mapita con ‘la gallega’ nos confundió, entre Matacos y Tobas. La dirección no. Llegamos a las 16:31hs. (perdimos ese minuto en el laberinto de Costa Azul sur) y el portón se abrió solito desde algún remoto control, para que entremos con la #RenoletaEternautica llena de cámaras… que no llegaríamos a usar.

Diego nos esperaba bajo un roble, mas allá hay un aguaribay… los tres son gigantes. Y dejo esos árboles para el final.

La charla en la mesa de tres es desordenada por la cantidad de cosas que tenemos a la vista y que nos llaman la atención. Un cuadro allí, una maqueta de avión allá… unas medallas mas allá… y más…

Diego es fruto de una historia de amor increible que también estará, seguramente, en el libro. Su Padre se bajó de la escalerilla del avión que lo traía de una Europa desolada a una Córdoba que emergía como pujante en materia metal mecánica, en tiempos del primer Perón y del Brigadier San Martín. Este último destinó a una bella dama (aviadora de aeroplanos) y que hablaba la lengua de Göethe para que lo reciba al pie de la escalerilla del avión… y pasó lo que pasa en las ‘pelis’: se enamoraron a primera vista.

Y el amor trae frutos.

Diego nació en Bs.As. por cuestiones circunstanciales, el 23 de junio de 1950 (año del Libertador), pero a las tres semanas ya ‘aterrizó’ (sic) en esta Villa, donde los niños alemanes se mezclaban con naturalidad con los hijos de italianos, de españoles, de sirio libanenes… de armenios… y de changuitos 100% cordoobeses.

Inició sus tiempos de blancos guardapolvos en la Escuela San Martín, detrás del Cucu, luego pasó por la ‘Parroquial’ y el IES (con una S), para recalar en el Dean Funes, en La Docta.

Se formó como aviador, todo un legado, en la Escuela Civil de Aviación, llegando a ser Comandante de línea aérea e hizo carrera en la Dirección General de Aeronáutica y en Aerolíneas Argentinas. ¿Quién no conoce al menos a uno de sus cinco hijos?!? Verónica, Diego Jr., Germán, Tamara y Kevin … que ya le dieron 12 nietos. La sangre y el apellido de los Horten (con esa hache que se pronuncia casi como jota) parece así, asegurada para los tiempos que vienen y en esta Villa que los acogió hace unas siete décadas.

Esta casa era única en esta loma de Costa Azul, había otra más al norte que está ahora medio tapada por arboledas y otras construcciones y mirando al sur, detrás de la delgada Ruta20, debajo de la bajada de ‘El Cajón’… solo el Castell Hotel de Don Dino Castelleti. Nada más. El centro del pueblo Carlos Paz costaba un viaje.

No abrí los bolsos, como ya dije, pero lo que sí tengo son unos videitos cortos que le grabé y que iré soltando de a poco. Me quedan mil cosas para preguntarle a Don Diego. Con El Colo leeremos el libro y volveremos, ya por cerveza alemana más que por café, quizás, el mes próximo.

Pero prometí un final de gigantes… ¿A que si?!?

Cuando salimos de su casa, al parque, con los bolsos de las cámaras sin abrir, nos paramos debajo de un roble enorme y orgullosamente europeo que se luce junto a un gran aguaribay típicamente americano. Don Diego, el roble y el aguaribay llegaron a esa casa el mismo día de un gélido invierno de 1950, de la mano de Reimar Horten… el alemán del libro que tengo que leer.

Por eso este posteo… continuará…

#DiegoHortel
#AlasArgentinas
#Libros