Mario Mora, presidente de la fundación ECOSOAM (Ecosistema, Sociedad y Ambiente), desde su infancia encuentra junto a otras personas de dicha fundación, municiones de plomo en la cuenca del Lago San Roque.
Uno de los objetivos de Mora, en el presente, es colaborar en la descontaminación del lago, a través de la extracción del plomo que tiran las pescadores y en esa labor, también ha hallado otros objetos de gran valor histórico. En este caso, las municiones halladas a lo largo de los años y desde que era un niño, son las que se usaron en los enfrentamientos producidos en la Batalla San Roque, allá por el 22 de abril 1829, cuando el conocido embalse aún no existía.
Se trata de vestigios de un pasado cuyos enfrentamientos políticos dividían, ya por aquel entonces, a nuestro país en dos bandos bien marcados: unitarios y federales.
El último hallazgo de estas características que tomó estado público fue en agosto de 2021. En el grupo de Facebook Encuentros de la Villa con Don Carlos Nicandro, el historiador local Eldor Bertorello publicó fotos de las últimas municiones de plomo encontradas por Mora y habló sobre aquella batalla armada entre soldados cuyos jefes hablaban con la misma tonada.
“Una gran cantidad de municiones de las tercerolas fueron descubiertas en las costas del lago en su gran mayoría entre la calle Comechingones y la Bahía del Gitano y en mayor abundancia a la altura del Estadio Arenas y calle Gutemberg y muy pocas del otro lado del río”, escribió Bertorello.
Y continuó: “Son balas con un 91 por ciento de plomo, de unos 13 mm y con un peso entre 9, 5 y 10,3 gramos, algunas deformadas por impactos y otras sin daño alguno”.
En esta batalla el Gral Paz derrota al Gral Bustos. Fue un combate durante las guerras civiles argentinas librado (entre unitarios y federales) entre el gobernador Juan Bautista Bustos y el general de la independencia José María Paz. Como resultado de la victoria de Paz, de los unitarios, este asumió el gobierno de la provincia de Córdoba.
Según fue registrado en los libros del historiador cordobés Efraín Bischoff (“Historia de Córdoba” y “Por qué Córdoba fue invadida en 1829″(, en la Batalla de San Roque participaron 550 infantes (batallones N° 2 y 5), 250 jinetes (regimiento N.º 2), 100 voluntarios y 80 artilleros y 4 piezas tropas y 9 cañones. Se registraron entre 30 y 40 muertos, y hubo 200 prisioneros.
La historia de los hallazgos
Cabe recordar que este material histórico hallado por Mora y otros en la cuenca del lago San Roque, se encuentra en custodia de la Reserva Patrimonial y laboratorio Arqueológico Achala Sacate, ubicado en los predios de la fundación ECOSOAM, Las Jarillas.
En conversación con Carlos Paz Vivo!, Mario Mora, recordó sobre el hallazgo: “Desde muy chico, curioso por la costa del lago, buscaba material histórico. Éramos varios los que andábamos con ese tema. Aproximadamente unos 45 años hace que lo hago. Nos empezaron a aparecer estas esferitas de plomo que las relacionábamos con las plomadas de pesca, pero Esmeraldo Ledda (fundador del Museo Numba Charava), nos decía que se trataba de municiones de la Batalla del San Roque”.
Luego, añadió: “Los hallazgos se realizaban principalmente en la zona del actual Estadio Arena, que en ese momento era la zona de Calaconta, hasta la zona de la Costanera de Costa Azul. Se encontraron muy pocas municiones de la batalla del lado de Villa del Lago, aproximadamente 4 de estas”.
Otros objetos
Hace ya unos cuantos años, según contó Mora, “también encontramos botones de los soldados que participaron de la Batalla de San Roque, que en el reverso decía: Ministerio de Guerra. Eran los botones de las polainas de la Infantería. Cuando se armaban esas escaramuzas, ellos corrían, calculábamos que no había lago, y en los espinillos o matorrales bajos, se quedaban enganchados los botones. Este material también se encuentra en la misma reserva Achala Sacate de Las Jarillas”.
Por otro lado, Mora destacó el hallazgo de materiales prehispánicos en la cuenca del lago, de los antiguos pobladores de estas tierras. Los objetos encontrados son cerámicas, materiales líticos (puntas de proyectiles de piedra, de arcos, de lanzas, lanzaderas, piezas de molienda), que hoy se encuentra en su gran mayoría en el Museo Numba Charava y en el repositorio de la Fundación ECOSOAM, en las Jarillas.
Asimismo, señaló que ese material arqueológico es muy usado por tesinistas de la Licenciatura en Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba, para recibirse. “Investigan diferentes temas. Hay un alumno que está haciendo su tesis sobre las estatuillas zoomorfas e investigadores de tesis doctorales que realizan tesis de proyectiles de la época de habitantes cazadores y recolectores. También hay una investigadora que trabaja sobre puntas de proyectiles de la época del grupo agro-alfarero de pobladores”.
La Batalla de San Roque
Las balas encontradas nos hablan de un pasado que por algunos de sus rasgos característicos, parece mantenerse vigente. Pero sobre todo, estos hallazgos nos llevan a recuperar la memoria de nuestro pueblo.
De acuerdo a una recopilación periodística realizada por Eldor Bertorello del libro “Por qué Córdoba fue Invadida en 1829” de Efraín V. Bischof, la batalla de San Roque, tuvo lugar el 22 de abril de 1829.
“La actitud dilatoria del Gral. Bustos después de la firma del tratado del 14 de abril, hizo que dudas y sospechas siguieran inquietando al Gral. Paz, hasta que datos recibidos, pusieron en evidencia el propósito del Gral. Bustos de hacerle perder tiempo, dando así lugar a que llegarán las fuerzas que en su auxilio venían desde La Rioja, Catamarca y San Luis”, cuenta sobre los hechos que precipitaron la batalla de San Roque.
Por lo tanto, el Gral. Paz decidido ya, marchó hacia el Valle de San Roque donde llegó al amanecer del día 22 de abril y despachó un pliego al Gral. Bustos ordenándole disolver su ejército y entregar las armas por incumplimiento de lo pactado.
Antes de una hora, que se invirtió en preparar los caballos, se presentó el ayudante de campo del Gral. Bustos, Don Manuel Arredondo (Comandante de Milicias de Punilla, hermano de Claudio Antonio de Arredondo), con una contestación escrita de su jefe, donde desmentía los cargos que se le hacían.
¡A batalla!
Así, el Gral. Paz marchó contra Bustos, listo para el combate, dividió su ejército en dos columnas de ataque. La de la izquierda a las órdenes del Coronel Deheza, se componía del Batallón 5, del Escuadrón Voluntarios Argentinos y 4 piezas de artillería; la de la derecha, bajo las órdenes del mismo Paz, estaba formada por el batallón 2 de Caballería.
El lugar de la batalla fue la Hacienda de San Roque, perteneciente a la familia Fragueiro. La Casa estaba ubicada en la margen izquierda del río. El lugar, según Araoz de Lamadrid: “Tenía 5 piezas, techos de tejas y azotea, había otras casas de paja, chacras con alfalfa y delante una espaciosa huerta de duraznos y manzanas, cuyo exterior caía sobre la barranca que formaba el cauce…”.
En las memorias de Paz se encuentra la siguiente descripción de las fuerzas enemigas: “Muy inmediata del edificio se elevan dos montecillos, en que el enemigo tenía colocadas dos baterías, contando ambas de 8 piezas a cuatro y un obús, la una barría completamente el callejón principal que desemboca en el patio; la otra dominaba la ribera del río, todo el terreno y las chacras del frente y estaba en actitud de dirigir sus fuegos a la izquierda. La poca infantería que tenía Bustos, había sido colocada en el frente del edificio y la caballería, que era más numerosa, se prolonga a su izquierda…”.
El Gral. Paz se abalanzó con sus hombres rompiendo el cercado y apoderándose del camino que conducía a la casa. “La fuerza enemiga no se presentó en grupos uniformes y se fue replegando hacia las asperezas de las sierras…”, relataron.
Después de perdida la batalla, el Gral. Bustos con algunos de sus hombres se dirigió, perseguido por el Coronel Pringles, con rumbo a Pampa de Pocho, por Los Gigantes y la cuesta de Dos Ríos al valle de Traslasierra, buscando el contacto con las tropas de Facundo Quiroga.
Diversas partidas fueron dispuestas en persecución de los vencidos, una al comando de Araoz de Lamadrid, pasando por lo que es hoy Villa Carlos Paz, se dirigió hasta la hacienda de San Antonio, donde se encontraban la esposa, hija y Don Claudio Antonio de Arredondo, yerno del Gral. Bustos.
Otra partida llegó al puesto Cuesta Blanca, dependiente de la estancia, allí se encontró un depósito con algunos baúles, cajones y petacas, en las que había ropa de uso como un uniforme azul, trajes de mujer, camisas y corbatas de cambray de hilo, ropa íntima manufacturada con lienzo de Gran Bretaña, papeles, plata labrada y 200 monedas de oro, propiedad de la familia Bustos. Este último, días antes de la batalla, encomendó en custodia a un inglés llamado Guillermo N. ( se desconocen más datos), 200 y tantas otras onzas de plata y seiscientos pesos de la misma moneda.
Luego de la batalla, el victorioso Gral. Paz hizo ubicar al inglés y le obligó a resarcir a la esposa de Bustos con distintas especies de ganado, a la vez que indemniza a la familia con 4571 pesos y siete reales, por los daños sufridos en propiedades y haciendas. A otro de los habitantes del valle a quien se le conocen daños, es a Claudio Antonio de Arredondo, el Gral. Paz le había llevado todo su ganado y se le otorgan $5045.
Dos días después de la batalla
“Dos días después de la batalla de San Roque y en horas de la mañana, la esposa del derrotado Gral. Bustos, doña Juana Maure, se presentó en el campamento del Gral. Paz, quien la atendió aceleradamente”, contó Eldor Bertorello.
La señora reclamó consideración para con ella y los suyos y protestó porque sus pertenencias fueron tomadas por la soldadesca.
Llamado el Gral. Pringles, en su presencia informó al Gral. Paz de lo acontecido, por lo que a la esposa del Gral. Bustos le devolvieron todo, incluso la banda de Brigadier del ex gobernador.
El Gral vencedor recuerda en sus memorias este hecho: “En manera alguna podía la esposa de Bustos, en un día de batalla, esperar una disciplina tan íntegra para que no ocurriera lo que hubo. Fue imprudencia de la damnificada enviar al monte parte del equipaje, cuando hubiera estado seguro en su casa de San Antonio, que había sido respetada con escrupulosidad, dígaseme si la vosinglería de esa señora no era injusta y ajena a la gratitud…”
Lamadrid justificó también en alguna medida la acción de los soldados, voluntarios la mayoría, a quienes apenas se les había podido instruir en materia de guerra.
Referencias biblográficas:
Efraín Bischoff, Historia de Córdoba, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1989.
Efraín Bischoff, Por qué Córdoba fue invadida en 1829, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1975.
José María Paz, Memorias Póstumas, Ed. Emecé, Bs. As., 2000.