Por Darío Spadafore. La FIFA suspendió por tiempo indeterminado a Rusia del próximo Mundial de Fútbol por la invasión a Ucrania.
“Veremos si la FIFA tiene huevos de dejar a Rusia afuera del Mundial (sic)”, había dicho hace unos días Wojciech Szczesny, arquero de la Juventus y de la Selección de Polonia. Y parece que los tuvo. Pero también parece que podría tener el mismo nivel de decisión respecto de otros países y momentos históricos y medir con la misma vara situaciones similares a las que están pasando actualmente.
El fútbol sólo paró en dos ocasiones: Los mundiales de 1942 y 1946 no se disputaron, a causa de la Segunda Guerra Mundial. Sorprendentemente – o no tanto-, el primero de éstos estuvo a punto de celebrarse en la Alemania de Hitler.
Por otro lado, en 1978, mientras la última dictadura militar desaparecía, torturaba y mataba a miles de personas, la FIFA organizó el mundial en Argentina.
El 14 de junio de 1982 finalizó la Guerra de Malvinas que dejó un saldo de 650 argentinos y 255 ingleses muertos. Un día antes comenzaba a disputarse el Mundial de España en el que estaban presentes Inglaterra y Argentina, en lo que fue un debut y fracaso para Maradona. Pero esa es otra historia.
En los últimos años, Estados Unidos realizó operaciones militares oficialmente en Afganistán, Irak, Siria, Yemen, Somalia, Libia, Nigeria. Y la lista de regiones bombardeadas históricamente es interminable. Nunca fue sancionado por la FIFA y de hecho ese país organizó el mundial de 1994 mientras unos meses antes invadían Somalia y unos después Haití.
Sin ir más lejos, el Mundial de este año se realizará en Qatar, un país en el que matan homosexuales por su elección sexual o donde por ejemplo Paola Schietekat, una economista mexicana, denunció haber sido víctima de un abuso sexual y en vez de castigar al agresor, la condenaron a ella a recibir 100 latigazos y a cumplir una condena de 7 años de prisión.
Los ejemplos son varios. Se puede estar de acuerdo o no con la suspensión de Rusia de las actividades deportivas organizadas por la FIFA, pero cabe, como mínimo, preguntarse por qué no hubo sanciones similares contra otros países invasores o bajo regímenes dictatoriales. La moral no puede ser relativa.