Laika, una perrita recogida en las calles de Moscú, fue hace 60 años el primer ser vivo en orbitar la Tierra en un histórico vuelo sin retorno con el que se buscó conocer cómo sería su comportamiento para poder, más tarde, enviar un hombre al espacio.
Fue el 3 de noviembre de 1957 cuando partió en un viaje, en el que se sabía de antemano que iba a morir. Laika, quien se convirtió en una celebridad, sólo llegó a vivir entre cinco y siete horas ya que, por un error de cálculo, la temperatura en el interior de la cápsula, subió hasta más de 40 grados.
Un informe científico ruso conocido en 2002 concluyó que Laika murió sofocada por el calor al fallar el sistema de refrigeración.
Había transcurrido apenas un mes desde el lanzamiento del Sputnik, el primer satélite artificial de la Tierra, y los científicos soviéticos buscaban comprender los efectos de la gravedad en el espacio, sobre un cuerpo flotando en la atmósfera.
Era un experimento que se llevaba a cabo en el marco de la carrera tecnológica soviética de competencia con los Estados Unidos, en plena Guerra Fría.
Con anterioridad se habían realizado pruebas con animales, con monos en Estados Unidos y perros en la Unión Soviética, pero solo en vuelos suborbitales.
El Sputnik 2
Debido al diseño del Sputnik 2, el perro debía pesar entre 6 y 7 kilos, medir 35 centímetros de altura aproximadamente, ser callejero ya que los de raza no son tan resistentes, y tener piel clara porque los expertos consideraban que se la vería mejor en las imágenes de los monitores.
Asimismo, por razones de espacio e higiene se daba preferencia a las hembras, debido a que a diferencia de los machos no levantan la pata para orinar, lo que facilitaba la colocación de un sistema sanitario.
Era un vuelo sin retorno porque el diseño del aparato, que contaba con un dispensador de comida y un sistema de regeneración de aire calculado para siete días, no permitía su regreso a la Tierra.
“Lo importante era hacer todo para el futuro vuelo del hombre al espacio. Había que ensayar, hacer sacrificios. Pero antes del vuelo de Laika incluso yo lloré. Todos sabíamos que moriría y le pedimos perdón”, recordó la doctora Adilia Kotovskaya, en una entrevista con el periódico Rossiskaya Gazeta.
A Laika la operaron para colocarle dos sensores: uno en las costillas, para controlar la respiración; y el otro, en una de las arterias carótidas, para seguir el pulso.
Durante los primero minutos de vuelo los científicos detectaron una brusca aceleración del pulso y de los movimientos respiratorios de Laika, pero poco a poco sus parámetros fisiológicos se normalizaron, hasta que horas después, no se recibieron más señales de vida: la perrita había muerto.
Las autoridades soviéticas ocultaron este hecho durante una semana en que informaban sobre el estado de salud de Laika, como si el vuelo transcurriera sin incidencias.
El Sputnik 2 continuó orbitando la Tierra durante seis meses hasta que perdió altura y se desintegró en las capas altas de la atmósfera.